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15 reales residencias de presunta grandilocuencia

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Guste o no, desde que el mundo es mundo los dirigentes de cualquier tribu han tratado de diferenciarse de sus súbditos adoptando una querencia, frecuentemente desmesurada, por el lujo. Dependiendo de la época considerada, se manifiesta ésta en actividades tan cotidianas como el alimentarse, el vestir, el desplazarse o incluso el simple hecho de divertirse. Aunque si hay un aspecto donde la diferenciación entre la plebe y quienes la pastorean es más evidente, no es otro que en el lugar elegido como residencia. En cualquier comunidad que se precie de serlo, las viviendas más confortables, construidas con los mejores materiales y de mayor tamaño corresponden sin ningún género de dudas a la clase social más elevada.

A lo largo del tiempo, lo que tan solo eran residencias ostentosas comenzaron a alcanzar una categoría superior y pasaron a denominarse palacios. Aunque éstos no eran exclusivos de la realeza, sino que se consideran como tal también las casas solariegas pertenecientes a familias nobles, los más destacados por su tamaño, grandeza y suntuosidad han sido propiedad de las diversas familias reales que en el mundo han sido. Especialmente destacados son los que se encuentran a lo largo y ancho de Europa y Asia, aunque no pueden descartarse muchos de los existentes en África y Oceanía. Curiosamente, no abundan los palacios reales en América, seguramente porque los reinos en ese continente pasaron hace siglos al olvido.

Nunca me ha gustado el lujo en ninguna de sus variantes y, debido a ello, no he prestado demasiada atención a los palacios en general. Sin embargo, he podido visitar algunos de ellos que incluso han llegado a sorprenderme gratamente a pesar de su grandilocuencia. Esta cualidad la presupongo en otros, a cuyo interior no me ha sido permitido acceder por diferentes razones. Sea como fuere, sobre palacios reales va el nuevo reto compartido con el gran viajero Jordi Martínez Baylach. Abajo tenéis algunos que me han parecido interesantes, bien sea histórica o artísticamente hablando.

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Palacio de Versalles (Versalles, Francia): Si hay un palacio real del que todos han oído hablar y sobre el que se cuentan maravillas, ése es sin duda Versalles. Aunque en este lugar existía un señorío desde siglos atrás, el palacio actual fue ordenado por Luis XIV en la segunda mitad del siglo XVII y se convirtió en la capital de Francia de facto durante varios periodos. Mis reticencias a visitar este lugar duraron años, pero debo admitir que cuando lo hice mi impresión no fue tan negativa como esperaba. A destacar también su famoso jardín, aunque me pareció excesivamente cuadriculado y clasicista.

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Ali Qapu (Isfahán, Irán): Fue el shah Abbas I quien encargó la construcción de Ali Qapu a comienzos del siglo XVII, en el mismo lugar donde celebró el Nowruz, año nuevo persa, a finales del siglo anterior. Ricamente decorado e incluso ornamentado con motivos humanos por el fantástico miniaturista Ali Reza Abbasi, está situado en uno de los laterales de la plaza Naqsh-e Jahan, en la hoy ciudad iraní de Isfahán. Su nieto, Abbas II, lo reformó y amplió, dándole el aspecto que muestra en la actualidad.

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Palacio Real (Nuku’alofa, Tonga): Construido en la segunda mitad del siglo XIX en Nuku’alofa, el Palacio Real de Tonga sigue siendo la residencia oficial de la única familia real que permanece en el Pacífico. Como prueba del respeto que aún siguen teniendo a ésta los tonganos, casi nadie se refiere a este lugar con su denominación oficial, sino que lo hacen mediante metáforas, muy habituales en la tradición local. Entre otras, lo llaman Fanga-tapu, que quiere decir playa sagrada, o Loto-‘ā, que viene a significar tras la valla, en relación con la cerca que lo rodea y es considerada sagrada.

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Peleș (Sinaia, Rumanía): Diseñado como residencia de verano para el rey Carol I, Peleș es una de las edificaciones más emblemáticas de Rumanía. Fue construido a finales del siglo XIX y en aquella época era probablemente el edificio más moderno de Europa. Lo prueban hechos como el de ser la primera vivienda europea que dispuso de ascensor y electricidad. Tras ser cerrado durante la época comunista, en la actualidad es uno de los lugares rumanos más visitados, a pesar de no encontrarse en Transilvania.

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Haw Kham (Luang Prabang, Laos): Aproximadamente en esa misma época de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX se edificó el Palacio Real de Luang Prabang. Estaba Laos entonces bajo dominación francesa, aunque mantenía su monarquía. Fue el rey Sisavang Vong, quien gobernó el territorio durante más de medio siglo, el que solicitó a los galos su construcción con el fin de servirle de residencia. Tras ser ocupado por su sucesor, pasó a convertirse en museo tras ser depuesto éste por los comunistas en la segunda mitad del siglo XX.

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Hohenschwangau (Estado de Baviera, Alemania): No es ésta la construcción por la que Luis II de Baviera pasó a la posteridad, pero en ella pasó buena parte de su infancia. Hohenschwangau, literalmente gran condado del cisne, fue encargado por su padre, el rey Maximiliano II de Baviera, en el lugar donde se situaba la antigua fortaleza de Schwanstein. Las obras se realizaron en la primera mitad del siglo XIX y el pequeño Luis II se impresionó tanto con el resultado que años más tarde ordenó la construcción del famoso Neuschwanstein.

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Palacio de Invierno (San Petersburgo, Rusia): Pedro I fue grande no tan solo por su apodo, sino también por su estatura que, al parecer, alcanzaba los dos metros, algo inaudito a finales del siglo XVII. Su grandeza fue aún más allá a raíz de su legado arquitectónico, dentro del que destaca el majestuoso Palacio de Invierno. Edificada en San Petersburgo, esta excepcional construcción tiene unas mil quinientas habitaciones y su fachada principal se extiende a lo largo de unos doscientos quince metros. En la actualidad alberga el Hermitage, uno de los museos más impresionantes del mundo.

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Changdeokgung (Seúl, Corea del Sur): La dinastía Joseon gobernó con mano firme el reino de Corea durante más de medio milenio. Changdeokgung debe su existencia a un hecho trágico, como lo fue el asesinato de sus hermanastros por parte del rey Taejong en el palacio existente a finales del siglo XIV. Debido a ello, decidió construir una nueva residencia en la actual Seúl poco tiempo después. Destacan en el recinto sus jardines, conocidos como Biwon, que quiere decir jardín secreto.

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Palácio da Pena (Sintra, Portugal): Una de las máximas expresiones arquitectónicas del romanticismo, el Palácio da Pena produce la sensación de ser producto de un sueño. Fue encargado por el príncipe consorte de la reina Dona Maria II, quien tuvo la idea de reconstruir un antiguo monasterio de acuerdo con los gustos vigentes en la segunda mitad del siglo XIX. El resultado es una amalgama de estilos que resulta del todo punto sorprendente.

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Holyrood Palace (Edimburgo, Reino Unido): No cabe duda de que la familia real británica es una de las más poderosas que existen en la actualidad, si no la que más. Sus posesiones son inmensas y se extienden a lo largo y ancho de todas las islas que componen el estado. A pesar de no ser la más conocida, el palacio de Holyrood es probablemente la más histórica de todas ellas. En este lugar existía una abadía ya en la primera mitad del siglo XII y ha sido la residencia oficial de los reyes de Escocia desde el siglo XV. Las leyendas que se agrupan en torno a esta simbólica edificación son casi incontables.

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Palacio Seif (Kuwait, Kuwait): Obra de finales del siglo XIX, el Palacio Seif fue encargado por el emir conocido como Sheikh Mubarak. Magnífico ejemplo de arquitectura islámica, destaca su fabulosa torre del reloj, cuya parte superior está recubierta de oro puro. En la actualidad no es usado como residencia por la familia real kuwaití y está dedicado a alojar invitados importantes y a la celebración de eventos.

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Palacios Reales (Abomey, Benín): Los palacios reales de Abomey son una docena de edificaciones que sirvieron como residencia a los monarcas de la etnia fon desde finales del siglo XVII. Estos dirigentes del desaparecido reino de Dahomey situaron su capital en este lugar, hasta que el último rey fue deportado a comienzos del siglo XX. En la actualidad, los palacios no están habitados aunque dos de ellos albergan un museo donde se narra la historia de este misterioso reino.

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Palacio de Schönbrunn (Viena, Austria): Entre los diferentes palacios existentes en la capital austriaca, quizás el más destacado sea Schönbrunn, cuyo nombre significa hermosa primavera. Conocido popularmente como Versalles vienés por sus evidentes similitudes a escala reducida, fue edificado a finales del siglo XVII por orden de Leopoldo I. Décadas más tarde fue reformado casi por completo por encargo de la emperatriz María Teresa I de Austria, quien lo utilizó como residencia de verano. Hoy día es la atracción turística más popular de Viena, con unos tres millones de visitantes anuales.

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Ciudad Imperial (Huế, Vietnam): Antigua capital de la vietnamita dinastía Nguyễn, Huế disponía de su propia ciudadela, a la manera de la Ciudad Prohibida de Pekín. La fortaleza original data del siglo XIV, aunque su auge tuvo lugar durante el siglo XIX, cuando se construyeron la mayor parte de edificaciones que han llegado hasta nuestros días. En una zona reservada se situaba la llamada Ciudad Prohibida Púrpura, residencia de la familia real. Todo el complejo fue duramente bombardeado y sufrió graves daños durante la infausta guerra de Vietnam.

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Villa Vailima (Vailima, Samoa): Residencia oficial durante un tiempo de Malietoa Tanumafili II, Villa Vailima es una formidable mansión situada en la villa samoana homónima. Pero sin pretender quitarle méritos al último monarca de Samoa, fallecido ahora hace diez años, el auténtico rey de este lugar fue Robert L. Stevenson, que aquí pasó sus últimos años de vida. En la actualidad, alberga un museo dedicado a la memoria del ilustre escritor escocés.

Podéis ver las quince residencias reales elegidas por Jordi aquí.

6 COMENTARIOS

    • Bueno, seis no está nada mal, algunos de ellos son lugares un tanto apartados de las principales rutas turísticas. No están elegidos así a posta, sino debido a mi escasa afición por el lujo, que me ha hecho perderme buena parte de los palacios convencionales. Seguro que tenéis tiempo para ver algunos de los otros también.

      Muchas gracias por vuestro comentario y un saludo.

  1. Esta vez sí que me has sorprendido con varios palacios de los que desconocía su existencia. Particularmente, los de Kuwait, Tonga o Benín. En algunos de los que comentas no pude entrar en su interior. Por ejemplo, en Holyrood. Ya no recuerdo porqué, pero en aquél momento no estaba permitida la entrada. El de Hué recuerda muchísimo a la Ciudad Prohibida de Pekín, como bien comentas. En pequeño, claro está. Y el Palacio de Invierno estuve tentado de incluirlo. Aunque muchas habitaciones han sido adaptadas a museo recuerdo que tenía una escalera de entrada preciosa.
    Tampoco he estado en los de Baviera, excepto el Herrenchiemsee, que es verdaderamente espectacular. Tengo que visitar toda la zona y espero hacerlo más pronto que tarde.
    Un placer como siempre, poder colaborar contigo.

    • Ahora es posible visitar Holyrood, aunque solo en días determinados y cuando la reina no está por allí. La Ciudad Imperial de Huế debió ser bastante espectacular, aunque sufrió bastante con la guerra, como casi todo en Vietnam. En cuanto al Palacio de Invierno, es mi lugar favorito en San Petersburgo. Sobre todo por la impresionante colección que alberga, pero también por esa famosa escalera de la que hablas.

      Esos palacios de Tonga, Kuwait y Benín son bastante poco conocidos y distan mucho de ser tan lujosos como los convencionales. Aunque supongo que a los súbditos del reino de Dahomey en el siglo XVII los palacios de Abomey les debían de parecer casi futuristas, ahora no dejan de ser viviendas normales y corrientes. Vienen bien para conocer la historia de ese reino, bastante poderoso en su tiempo, de todas formas.

      Un placer también para mí este nuevo reto, a ver que tal se da el siguiente.

  2. Los palacios no son los monumentos que más me atraen, pero hay que reconocer que algunos son tan espectaculares como excesivos. De tu lista solo conozco seis y desconocía algunos. A ver si me animo a pasar por Versalles, que en tres ocasiones he estado cerca y nunca me ha dado por llegar. Buena entrada.

    • A mí me ocurre exactamente igual, con el lujo excesivo no puedo. También me pasó lo mismo con Versalles, que no lo visité hasta mi quinto o sexto viaje a París. Y aunque no me decepcionó del todo, incluso podría decir que me gustó, prefiero construcciones más originales, como el Palácio da Pena, por ejemplo. Esta lista tiene muchos déficits, debidos precisamente a la escasa afición que tengo a visitar el interior de los palacios. Por ejemplo, tras más de veinte años viviendo en Madrid, no he entrado nunca en el Palacio Real. A ver si algún día lo hago y me pasa como con Versalles.

      Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.

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