MunDandy

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Estados Federados de Micronesia

Bella con alma

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Desde que el arranque de la pubertad había comenzado a moldear su cuerpo de niña convirtiéndolo en poco tiempo en el de una esplendorosa mujer, la belleza de Migiul no pasaba desapercibida entre sus convecinos. Su mirada limpia, sus senos turgentes, su delicada manera de moverse y, sobre todo, esa voz dulce, emitida siempre con un tono pausado, le otorgaban una fama que había traspasado ya los límites de su aldea para extenderse hasta los rincones más recónditos de la isla. No había composición novedosa que tuviera garantía de éxito si no iba acompañada de su cautivadora manera de recitar o su suave modo de cantar, por lo que los más afamados poetas locales se disputaban su presencia.

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Algún tiempo atrás Migiul había sido secuestrada y llevada al faluw de la aldea, con el firme propósito de convertirla en mispil. Rapto nada traumático el suyo, pues es lo que su familia esperaba para ella. A partir de ese momento la agraciada joven había pasado a ser esposa de todos y cada uno de los miembros del faluw, y como tal debía satisfacer todas sus necesidades, incluidas las sexuales. Migiul se encargaba por tanto de la limpieza de la casa de hombres, cocinaba para sus integrantes, les daba conversación y su cuerpo, esbelto como un junco, siempre estaba dispuesto cuando era requerido por alguno de ellos.

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En el estado micronesio de Yap se usa el término mispil para referirse a una suerte de hetairas encargadas de la limpieza y el mantenimiento del denominado faluw, construcción a la que solo tienen acceso los hombres adultos del poblado, así como servir de descanso del guerrero para sus miembros. Aunque a ojos occidentales esta labor no se entiende demasiado bien, en realidad tal profesión estaba situada en lo más alto de la jerarquía femenina en la isla tiempo atrás. Tanto las chicas jóvenes como sus familias aspiraban a que aquellas llegaran a convertirse en mispil algún día, pero solo las más agraciadas llegaban a adquirir tal estatus. Y aunque a veces la candidata era secuestrada por los miembros del faluw, lo habitual era que su familia recibiera una compensación en forma de rai, o dinero de piedra.

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Cuando navegantes ingleses y alemanes llegaron a Yap siglos atrás aquello debió parecerles un antro de perdición. Mujeres semidesnudas transitaban por la isla, tan solo cubiertas por el lava lava, especie de falda hecha de hierbas secas. Por no hablar de las mencionadas mispil, que fueron consideradas de inmediato una especie de prostitutas encubiertas. En lugar de aceptar diferencias culturales que debieran ser respetadas por lo que tienen de enriquecedor, la hipocresía occidental pronto puso la maquinaria en funcionamiento. Consiguieron de este modo erradicar por completo a las hetairas yapesas, al convencer a toda su sociedad de lo negativo de esa profesión, sin importar que su componente más criticado sea tan habitual en Occidente. De igual manera cada vez más mujeres se vieron obligadas a cubrir su pecho con una camiseta, cuando mostrar los senos siempre fue culturalmente aceptado en contraposición a lo que sucede con los muslos, parte del cuerpo que ninguna mujer yapesa enseñaría en público.

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La historia de Migiul no es fruto de mi imaginación pues la mispil más famosa de la que se tiene constancia existió en realidad. De acuerdo con el testimonio de un ciudadano inglés que la conoció a principios del siglo XX, los nativos de Yap la consideraban la mujer más hermosa de toda la isla. Destacaban especialmente su bajo tono de voz al conversar y sus cualidades como baladista, aunque éstas no convencían del todo al occidental, que comparaba sus sonidos con los alaridos de un gato agonizando. Vislumbra también el británico una sombra de tristeza en su rostro, pero lo que se percibe en su retrato es un aire melancólico que debía resultar muy atractivo a quienes la miraban. Admirada por los hombres y envidiada por las mujeres, no tengo dudas de que la bella Migiul tuvo una existencia muy feliz, a pesar de ejercer una profesión tan denostada en nuestra hipócrita sociedad.

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