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Alemania

Bremen (por Jorge Sánchez)

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Llegué a Bremen en tren. Recuerdo que eran las 3 menos 10 de la tarde, pues en la Oficina de Turismo, dentro de la estación, me sugirieron que visitara el famoso Ayuntamiento (parte del Patrimonio Mundial de UNESCO en esa ciudad, junto a la estatua de Roland, conocido en español como Rolando o Roldán) al día siguiente, ya que la última visita del día comenzaba a las 3 de la tarde, y en 10 minutos no tendría tiempo para llegar, a no ser que fuera corriendo. Como venía cansado y necesitaba una ducha, le hice caso a la dependienta y resolví visitar el ayuntamiento el día siguiente; recogí el mapa de la ciudad más un folleto en español muy útil, titulado «Bremen: de un vistazo», y me marché a pie a mi albergue, justo a 100 metros de la estación a mano derecha.

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Una vez listo me dirigí al centro. Por el camino me encontré la escultura dedicada a los cerdos con su pastor en la llamada, precisamente, Sögestrasse (Calle de los Cerdos). Un poco más adelante observé a mi derecha un viejo molino (Mühle Am Wall), pero no me acerqué a él, pues había leído que se trataba de un bar donde vendían bebidas a precios astronómicos. Y poco después llegué a la famosa Plaza del Mercado (Marktplatz), donde se halla lo más interesante e histórico de Bremen. Primero entré en la Catedral de San Pedro, que según el folleto «Bremen: de un vistazo» tenía una historia de más de 12 siglos. La entrada era gratuita y el interior estaba prácticamente vacío, tanto que ni siquiera encontré al monaguillo del reverendo y no pude comprar un cirio. Luego admiré el famoso ayuntamiento, rodeándolo. Según mi folleto en español regalado en la estación, fue construido entre los años 1405 y 1410 y su fachada es hoy renacentista (aunque en un principio fue gótica). Como era invierno y a las 4 y media ya se ponía oscuro, corrí raudo al barrio de Schnoor, con sus callejuelas estrechas y sus tabernas. Allí, junto al río Weser, cené una sopa vietnamita bien caliente, debido al frío. Y poco después regresé a mi albergue.

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Al día siguiente lo primero que hice fue dirigirme al ayuntamiento para visitarlo por dentro, pero ¡caracoles! ¡Sólo había una visita al día, de 15.00 a 16.00 horas, y la empleada de la Oficina de Turismo no me lo había dicho! Yo creía que habría varias visitas al día, pero no fue así. Tuve que resignarme y admirar el ayuntamiento de nuevo por fuera, por delante y por detrás, por la derecha y por la izquierda. Fue una lástima pues hacia el mediodía debía dirigirme al aeropuerto de Hannover ya que ese día debía volar a Barcelona, en mi querida España. El precio de entrada a ese ayuntamiento era de 6 euros y medio y la visita (en alemán o en inglés) duraba una hora. Me planté entonces frente a la estatua de Rolando varios minutos, pidiéndole a un indígena que me tomara una foto junto a ella. Era más pequeña de lo que me esperaba. Mi folleto en español decía que medía 5 metros y medio. La leyenda afirma que Roldán era sobrino de Carlomagno, y lo mataron los vascones en la Batalla de Roncesvalles.

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Después admiré los cuatro animales del cuento de los hermanos Grimm: Los músicos de Bremen (que son el burro, el perro, el gato y el gallo) y entré en una famosa bodega Ratskeller, del siglo XV, ubicada en un sótano de un lateral del edificio del ayuntamiento, donde anunciaban que servían más de 600 vinos diferentes de Alemania. Cuando se acercó el mediodía me dirigí a pie a la estación y poco rato después abordé un tren hacia el aeropuerto de Hannover.

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