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Italia

Dos hombres y un destino

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Durante el conflicto que enfrentó al Papa con el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en la Baja Edad Media, la ciudad de Asís tomó partido por este último, declarándose por tanto gibelina. En uno de los habituales combates con la vecina ciudad güelfa, y por consiguiente favorable al Pontífice, de Perugia un joven guerrero de nombre Giovanni di Bernardone fue hecho prisionero y encerrado durante largos meses en una sombría mazmorra. No está claro si esta estancia le hizo recapacitar pero tras ser liberado su vida dio un giro de ciento ochenta grados, llevándolo a pasar a la Historia como uno de los santos más venerados del cristianismo. Su leyenda era ya tan universal en su época que tras su fallecimiento empezó a ser construido de inmediato un templo en su honor, la basílica de San Francisco de Asís.

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Fray Francisco coincidió en vida con un monje portugués, bautizado en Lisboa con el nombre de Fernando Martins de Bulhôes y a quien el destino había llevado hasta Asís para asistir a una congregación de frailes. Hombre de gran cultura, se había hecho miembro de la Orden Franciscana con anterioridad y sus excelencias como predicador le hicieron ganarse el respeto y la admiración de su fundador. Desde entonces se dedicó a viajar por Italia y el sur de Francia con la tarea de dar a conocer y defender sus creencias religiosas, hasta que la muerte le sorprendió siendo todavía muy joven en las inmediaciones de la ciudad de Padua. De su universalidad da idea el hecho de que es el santo que menos tiempo ha tardado en ser canonizado hasta la fecha. Y como no podía ser de otra manera, muy pronto un templo empezó a ser construido en su honor, la basílica de San Antonio de Padua.

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Llegamos a Asís poco menos de un año después del terremoto que en 1997 estuvo a punto de destruir la basílica de San Francisco, llevándose por delante uno de los frescos de Cimabue que decoraban sus bóvedas además de la vida de algún fraile. El templo estaba todavía sometido a un arduo proceso de restauración que nos impidió poder visitarlo en su totalidad. A pesar de sufrir una cierta sensación de decepción por no poder admirar algunas obras de Giotto que contiene la basílica, la pequeña ciudad de Asís nos sorprendió por sus numerosos lugares de interés junto con un ambiente medieval que no me dejó para nada indiferente. Destaca en la villa la catedral de San Rufino, sin olvidar tampoco un par de fortalezas que la protegían de sus enemigos en el medievo.

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La basílica de San Antonio ofrece una imagen exterior considerablemente más espectacular que la anterior, mostrando una apariencia bizantina similar a la de la veneciana basílica de San Marcos. En su interior, además de los restos de San Antonio se conservan los del condottiero Gattamelata, a quien está dedicado también el famoso monumento ecuestre creado por Donatello que se encuentra situado en la plaza adyacente al templo. Pero si hay algo que el visitante de Padua no debe perderse bajo ningún concepto son los espectaculares frescos con los que el maestro Giotto decoró la capella degli Scrovegni, construcción algo alejada del centro de la villa y de aspecto externo algo insulso. Imagen que cambia por completo al traspasar la puerta de entrada y ver el exuberante colorido que alberga su interior.

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En las paredes y el techo de aquella pequeña iglesia, que no contiene ninguna otra ornamentación, Giotto expresa de manera genial su particular visión de las Sagradas Escrituras, destacando esa Adoración de los Magos donde la representación de la Estrella de Belén se asemeja a un cometa. Parece un hecho probado que el pintor vio en el cielo el cometa Halley cuando pasó cerca de la Tierra en 1301, de ahí que decidiera usarlo como modelo en su pintura. Puesto que por entonces no se había calculado aún la órbita del astro celeste, algo que no llegó a ocurrir hasta cuatrocientos años más tarde, Giotto no podía saber que su aparición previa sucedió justo cuando San Francisco y San Antonio predicaban el cristianismo por Italia. Y menos aún que el cometa Halley se hizo visible en el firmamento muy pocos años antes de la supuesta fecha de nacimiento de Jesucristo. ¿Sirvió por tanto como inspirador a quien relató el episodio de la visita de los Reyes Magos a un Cristo recién nacido? Es posible, aunque seguramente nunca lo sepamos con certeza.

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