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Bulgaria

Memoria de la Historia

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A pesar de que sus nativos aseguran que Plovdiv está situada sobre siete colinas, la realidad parece ser que tan solo fue construida sobre tres. Al menos eso es lo que se desprende del nombre con el que la población era conocida durante el periodo romano, concretamente Trimontium, que indicaba sin lugar a duda la orografía de su emplazamiento. En aquella lejana época la segunda ciudad de Bulgaria por número de habitantes ya presumía de una larga Historia, pues diversas fuentes aseguran que fue fundada hace al menos siete mil años. Si este dato es correcto Plovdiv sería la ciudad más antigua de Europa y una de las más ancianas del mundo, superando a las legendarias Roma y Atenas e incluso siendo un par de milenios anterior a la venerable Jerusalén.

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Sea como fuere, lo que resulta indudable es que esta localidad búlgara puede sentirse orgullosa de su glorioso pasado, del que todavía permanecen diversas trazas en el casco antiguo de la villa. Inicialmente un asentamiento tracio, pasó a manos griegas tras su conquista por las tropas de Filipo II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, y fue llamada Philippopolis en su honor. Reconquistada por los fieros tracios, cambió su nombre a Pulpudeva hasta que empezó a formar parte del Imperio Romano, cuando le fue asignada la ya mencionada denominación de Trimontium. En este periodo la ciudad vivió su particular edad de oro, como se desprende de diversos textos y restos arquitectónicos que han llegado hasta nuestros días. Tras caer en poder de bizantinos y otomanos, lo que llevó a nuevos cambios de nombre, Plovdiv empezó a ser conocida como tal en el siglo XV, a pesar de que no entró a formar parte de Bulgaria hasta finales del siglo XIX.

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De todas las civilizaciones que por ella pasaron mantiene Plovdiv vestigios en diferentes grados de conservación. Destacan especialmente los pertenecientes al periodo romano, entre los que se encuentran un estadio, un odeón, restos de un acueducto, diversas villas, algún que otro templo en no demasiado buen estado y un teatro. Está éste considerado como uno de los monumentos más importantes de Bulgaria, a pesar de que no resiste la comparación con otros más conocidos. Su descubrimiento se produjo hace unos cuarenta años y fue fruto de la casualidad, cuando un desplazamiento de tierras lo sacó a la luz. Comenzaron entonces diversas excavaciones con el fin de devolverlo a la superficie, y en la actualidad es un lugar muy apreciado para celebrar conciertos y espectáculos teatrales.

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Porque la cultura es uno de los puntos fuertes de Plovdiv, como puede apreciar cualquier visitante sensible. Abundan los teatros, museos, exposiciones y conciertos, que se celebran en casi cualquier esquina de la villa. También conserva la ciudad lugares de culto de religiones como la ortodoxa, católica, armenia, judía y hasta musulmana. No en vano fue éste el credo predominante en Bulgaria durante varios siglos. Merece la pena acercarse a la mezquita Djumaya, una de las más antiguas de los Balcanes ya que fue construida en el siglo XIV, cuando los otomanos acababan de entrar en el sur de Europa. No lejos de ella se encuentra la puerta conocida con el nombre turco de Hissar Kapia, de la que se asegura que tiene más de dos mil años.

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Constituye ésta uno de los accesos a la llamada ciudad vieja, compuesta por una serie de vías adoquinadas que están flanqueadas por construcciones de un estilo ecléctico al que se ha dado en llamar Renacimiento búlgaro, surgido una vez que el país adquirió su definitiva identidad nacional en el siglo XIX. Paseando por esas estrechas y retorcidas calles, admirando esos edificios de apariencia y colorido diferente pero todos ellos dotados de una luminosidad especial, como si el optimismo de sentirse una nación libre por fin hubiera inundado el alma de sus creadores, pude sentir la esencia de Plovdiv. Tradicional cruce de caminos, su patrimonio arquitectónico, valores culturales y ejemplos de convivencia son un legado de su ilustre pasado que el viajero no debería desperdiciar.

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