Unida mediante dos puentes al puerto de la capital bahameña, Nassau, la diminuta Paradise Island, con sus escasos tres kilómetros cuadrados de superficie, es un refugio para gente muy adinerada. Además de disfrutar de un ambiente relajado e intimista, lejos del bullicio de la capital bahameña, el visitante puede admirar sus viviendas, generalmente decoradas con atractivos tonos pastel y siempre con un yate atracado a la puerta. Su construcción más conocida es, sin duda, el megaresort Atlantis, uno de los complejos turísticos más lujosos del mundo. En la isla puede verse también el claustro de un monasterio francés del siglo XIV, que fue transportado hasta aquí desde Estados Unidos en los años sesenta del siglo XX.