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Italia

Asís (por Jorge Sánchez)

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Siendo un admirador de la bondad y humanidad de San Francisco de Asís, y habiendo visto no hacía mucho tiempo la película Hermano Sol, hermana Luna, dirigida por Franco Zeffirelli, sobre la vida de San Francisco de Asís, resolví en uno de mis viajes que pasaba por Roma conocer su basílica. Al llegar en autobús a la población de Assisi subí los escalones y rodeé primero la basílica antes de penetrar en su interior. Una vez adentro me quedé asombrado por la belleza de su decoración y la vehemencia de los muchos peregrinos italianos que allí habían acudido. La atmósfera era muy espiritual, sobrecogedora.

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Visité la cripta con la tumba del santo y después me quedé al menos 2 horas ensimismado escrutando uno a uno los 28 frescos atribuidos al pintor toscano Giotto di Bondone, o simplemente Giotto, representando escenas de la vida de San Francisco de Asís. Giotto fue uno de los artistas italianos que participó en el embellecimiento de esa basílica junto a otros pintores más, entre ellos Cimabue, el maestro de Giotto.

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Al notar mi interés por las pinturas, un monaguillo a quien compré un cirio me dio algunas explicaciones sobre esos frescos informándome de que existen historiadores que dudan de que el autor fuera el propio Giotto, y me señaló un fresco donde se ve a San Francisco de Asís sentado sobre un trono y rodeado de ángeles que denota detalles del arte bizantino. Pero según el monaguillo y uno de los párrocos, sí que fue Giotto el artista y director de las obras, aunque le ayudaron sus alumnos.

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Cuando estuve solo me paseé por la basílica y en el interior de una capilla noté lo que tomé por una estatua en actitud de recogimiento que parecía muy real, como la de una mujer extremadamente afligida. Me acerqué más y sus ojos parpadearon ¡era una monja! Me asusté al principio y hasta me eché para atrás. Luego pregunté por ella al monaguillo y me dijo que lloraba por encontrarnos en los días de la Semana Santa y haberse muerto su marido. ¿Su marido? ¡Pero si las monjas no se casan! remarqué. Y el monaguillo me contestó que sí se casan: el marido es Jesucristo. Al acabar la visita me marché muy pensativo al centro de Assisi, donde pasaría esa noche en un albergue de peregrinos. Por la mañana abordé un autobús y viajé a Pisa, en la Toscana.

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