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Paraguay

El Chaco (por Jorge Sánchez)

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Encontrándome en Asunción (Paraguay) se me ocurrió viajar a Santa Cruz (Bolivia) en un autobús cruzando El Chaco. En la terminal me aseguraron que el autobús llegaría a su destino en 24 horas. En el precio estaban incluidas las 3 comidas del día más tres bebidas. La carretera estaba asfaltada durante los primeros kilómetros, pero a medida que nos adentrábamos en El Chaco la pista se hizo cada vez más dificultosa, con mucho barro debido a las lluvias recientes. Más de una vez los pasajeros tuvimos que descender y ayudar al chófer a empujar el autobús para salir de un socavón. Hubo varios controles de militares con perros, pues esa zona es famosa por el tránsito de narcóticos. Todos debíamos descender del autobús y permitir que los perros olieran nuestro equipaje y nuestro cuerpo.

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Llegando a un cruce a punto estuve de abandonar ese viaje. Leí un letrero que indicaba el camino hacia una granja de menonitas regentada por rusos en una población llamada Filadelfia, y por un momento deseé ir a visitarlos. Hay muchos menonitas en Sudamérica. Ya los había advertido en la provincia de La Pampa, en Argentina, y cerca de Fray Bentos, en Uruguay, donde también viven colonos rusos. Predominan los menonitas alemanes, de los cuales encontraría muchos en Bolivia. También en medio del follaje de El Chaco viven muchos grupos indígenas que aún preservan sus tradiciones precolombinas, así como su lengua guaraní, por lo cual no todo el mundo habla fluidamente el español.

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A mitad de camino el autobús se quedó de nuevo atascado y fue muy difícil enderezarlo y colocarlo de frente. Había decenas de camiones que estaban bloqueados por el barro, así que tuvimos que permanecer en medio de El Chaco toda una noche. Se acabó la comida y la bebida. Las últimas 12 horas no nos quedó otro remedio que ayunar, hasta que poco antes de llegar a la frontera con Bolivia paramos en un rancho a comer, pero la comida la debíamos pagar los pasajeros.

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Recuerdo que no tenía hambre y sólo probé un postre delicioso que nunca antes había visto. Se llamaba Lacayote y provenía de una fruta que exteriormente parecía un híbrido entre el melón y la sandía, pero si se comía tal cual tenía sabor a pepino. Me sirvieron la pulpa a la que agregaron azúcar y jalea con miel. En vez de 24 horas, el autobús demoró 40 horas en ese trayecto. Pero conseguí atravesar la Ruta Transchaco, de 835 kilómetros de longitud, los que van desde Asunción a la frontera con Bolivia, lo cual representa un logro para cualquier viajero que se precie como tal.

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