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Túnez

Medina de Túnez (por Jorge Sánchez)

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Aterricé en el aeropuerto de Túnez procedente del Cairo. Tuve que volar desde Egipto pues no pude obtener el visado de Libia para transitar ese país por tierra. Me instalé en un hostal cerca de la avenida Bourguiba. Resolví que antes de recorrer el país me quedaría ese y el día siguiente en la capital para conocerla como Dios manda, en especial su famosa medina, o casco histórico, repleto de monumentos, como las mezquitas principales, el palacio del Bey, el zoco, etc. Lo primero que hice ese primer día fue entrar en el famoso e histórico (del tiempo de los turcos otomanos) hammán El Kachachine, como me recomendó el dueño de mi hostal al ver mi aspecto desaliñado y con la ropa arrugada, pues acababa de pasar varias semanas recorriendo a pie los monasterios coptos de los desiertos egipcios y necesitaba como el comer sacarme el polvo de encima. Fue una gran experiencia ese hammán. Los clientes tunecinos me sonreían con aprobación, pues para ellos era inusual encontrase allí con un europeo.

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Hoy que ya conozco las tres capitales de los tres países magrebíes, puedo declarar que Túnez fue la más grata. Al visitar el zoco nadie te atosiga para que entres en tiendas de «primos» o «cuñados» que te harán descuento si compras alfombras o juegos de té, como te hacen, por ejemplo, en las ciudades marroquíes, que hasta te persiguen. En Túnez nadie se te ofrece como un «guía». Al contrario, todos te sonríen, te invitan a té, aunque sepan que no vas a comprar nada. Al menos Túnez era así el año 1984, cuando visité esa ciudad por primera vez. Cuando necesitaba beber entraba en una casa de zumos y me tomaba uno de naranja al que añadían la yema de un huevo. Nunca antes había probado así el jugo de frutas, y me gustó.

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En las mezquitas entraba como si fuera musulmán más, me descalzaba y nadie me impidió nunca el paso. La mezquita que más me cautivó fue la de la «aceituna» (Zitouna), la más antigua y más grande de la ciudad. Fue un gran centro de conocimientos y en el pasado albergó una universidad y biblioteca. Dos semanas más tarde, tras mi recorrido en autostop por el sur de Túnez, regresé a Túnez, pero esta vez fue de tránsito, para abordar un avión a Marruecos, pues los argelinos tampoco me concedieron el visado para atravesar su país por tierra.

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