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Brasil

Fernando de Noronha (por Jorge Sánchez)

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Volé a la isla de Fernando de Noronha desde Recife, en Pernambuco. No encontré servicio regular de transporte marítimo a esa isla. A la llegada al aeropuerto se pasaba Emigración, como si se tratara de un país diferente. Me dieron formularios a rellenar donde debía indicar el hotel donde iba a alojarme, pues acampar o dormir en la playa estaba estrictamente prohibido. A la salida de ese aeropuerto te comprobaban el sello del hotel donde se iba a pernoctar, y si no se mostraba se debía satisfacer una elevada multa. Yo tenía nota de un hotel barato, Casa Dora, y fue el que indiqué. Tras ello me solicitaron por adelantado en reales brasileños el equivalente a 10 dólares americanos por día, en concepto de tasa. Tuve que desembolsar 40 dólares correspondientes a los cuatro días que pasaría en Fernando de Noronha.

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No es barato visitar Fernando de Noronha, por ello vi a muy pocos turistas durante mi estancia. Y los que llegaban habían ido para practicar surf o buceo. Caminé al centro y localicé la Casa Dora. Negocié el precio con ella y al final lo establecimos en 20 dólares por día, sin desayuno. Ella al principio me pidió 40 dólares con desayuno. Esa habitación que me dieron en Casa Dora, con la ducha en un patio, no valdría más de 5 dólares en la ciudad de Recife, por ejemplo. Todos los precios estaban inflados en Fernando de Noronha. Eso sí, no había allí delincuencia, ni mozas de vida alegre, ni pedigüeños o vagabundos, ni tampoco enfermedades como la malaria. Al día siguiente, una vez con el sello de Casa Dora, me iría a dormir a la playa los tres siguientes días.

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Cada noche cambiaba de playa donde pasar la noche siguiendo los caprichosos golfinhos, o unos delfines muy juguetones que nadaban junto al hombre, a quien no temían. Mis playas favoritas eran la del Cachorro, la de Biboca y la Baia dos Golfinhos. Esos delfines más el monte rocoso llamado O Morro do Pico, eran los dos símbolos de la isla.

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Por las noches me tomaba una caipirinha en la playa de un lugar junto al Espacio de Cultura Air France, escuchando en vivo música de bossa nova. El quinto día volé de regreso a Recife.

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