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Irán

Qeshm (por Jorge Sánchez)

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Con base en el puerto de Bandar Abbas emprendí tres excursiones a tres islas del Golfo Pérsico: Kish, Hormuz y Qeshm. Kish es muy popular con los turistas iraníes debido a sus playas, es una especie de Torremolinos; Hormuz es el destino de viajeros europeos individuales, más bien de mochileros, por sus tranquilas playas. Y Qeshm es la isla iraní más grande, y la única que se halla en la lista indicativa de UNESCO.

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El barco tomó alrededor de una hora en llegar a Qeshm. Al desembarcar había varios taxistas que ofrecían sus servicios para llevarte a algún sitio de la ciudad o por los alrededores. Como había resuelto quedarme en esa isla un día y una noche, primero me instalé en un hotel del centro y luego salí a explorar la ciudad. Fue cuando uno de los taxistas del puerto me localizó (¿me habría estado siguiendo?), y me propuso un tour por la isla que acabé aceptando, pues durante 4 horas prometió llevarme a todos los sitios candidatos de UNESCO, como son los la Jungla de los Manglares, el Valle de las Estrellas, la vista de una isla también candidata (Naaz Islands), la cueva Khorbas, más unas hendiduras raras en la tierra. Primero le pedí al taxista que me llevara al castillo portugués, que durante la unión de España y Portugal (de 1580 a 1640) el castillo fue administrado desde Madrid. Estaba muy destartalado, sin techo, pero así y todo pude ver en su interior cañones y lápidas portuguesas. Por el camino al sitio UNESCO tuvimos a veces que reducir la velocidad por los camellos que cruzaban la carretera.

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En la Jungla de los Manglares había que alquilar una barca durante un mínimo de media hora, pero como se veían a corta distancia y ya había visto más manglares en el pasado en otros países, decidí no perder esa media hora y le pedí al taxista que me llevar a otros sitios de ese UNESCO. De allí nos dirigimos a la cueva Khorbas. Pagué la entrada, que era muy barata, y penetré en ella. No fue nada del otro mundo. Lo mejor fue el final del tour, el Valle de las Estrellas. A la entrada había un museo muy didáctico, que visité, y entonces me adentré en el valle. No era el único, pues varios turistas, todos iraníes (durante 24 horas no vi a ningún turista extranjero en Qeshm), también se internaron. Sólo por ese valle ya valía la pena la excursión. Lo que vi fue extraordinario. A veces me parecía estar en el Cañón del Colorado o en medio de la luna. Vi dunas de arena y gargantas que parecían pertenecer a otro planeta extraño. De hecho, las leyendas de los nativos hablan de una estrella que cayó del cielo en Qeshm y creó esas formaciones tan fantásticas, como sacadas de un cuadro del artista español Salvador Dalí.

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Al cabo de 4 horas el taxista me devolvió a mi hotel. Aún me quedó por visitar otros sitios incluidos en ese candidato de UNESCO, pero me sentí satisfecho y esa noche, para celebrarlo, me fui a cenar pescado fresco a un restaurante a orillas de la playa.

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