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Líbano

Biblos (por Jorge Sánchez)

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Viajé a Biblos en un autobús desde Beirut, y al llegar de inmediato visité su complejo arqueológico, básicamente el templo de los obeliscos, vestigios de una necrópolis, algunos pilares, más restos fenicios, romanos y hasta un castillo muy pequeño, casi de bolsillo, obra de los cruzados en el siglo XII. Luego me paseé por el zoco y la parte más vieja, pues Biblos, la antigua Gebal de la Biblia, está considerada una de las ciudades más antiguas del mundo permanentemente habitadas, en competencia con Jericó, Damasco, Hamadán y unas pocas más. Pasaría unas tres horas correteando por todos los lugares curiosos e históricos de la ciudadela, y cuando vi que sólo eran las 12 del mediodía dudé si quedarme en esa ciudad tan grata a pasar esa noche o proseguir el viaje descubriendo nuevos sitios UNESCO como Baalbek, Tiro, o el Bosque de los cedros de Dios. Fue cuando leí sobre una pared en el puerto un cartel donde estaba escrito en letras mayúsculas: PEPE. Pensé que sería un negocio de algún emigrante español de nombre José. Entré por curiosidad y comprobé que se trataba de un restaurante llamado Byblos Fishing Club Guesthouse. Tanto me gustó el lugar que me quedé allí a almorzar, pues la gastronomía libanesa es renombrada en todo Oriente Medio por su calidad y variedad. Al llegar la noche también me quedaría a dormir.

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Me atendió el propio dueño, el señor Pepe, o un libanés que cuando era niño sus padres emigraron con él a México, donde vivió varios decenios, hasta que a una edad madura decidió regresar a su país de nacimiento e instalarse para siempre en Biblos, su refugio personal, gracias a una pequeña fortuna que había acumulado desempeñando diversas profesiones, como joyero, o emprendedor abriendo clubs de lujo para millonarios en Acapulco. Según me contaría, en sus años mozos fue un gran viajero y explorador de lugares raros donde los turistas no van jamás. Su verdadero nombre era Youssef, que en árabe significa José. Como se sentó en mi mesa para hablar un rato en su perfecto español, me contó algunos hechos históricos relacionados con los fenicios. Luego me llevó al interior del restaurante y me mostró fotografías de personas famosas que le habían visitado, como actrices de cine muy bellas que había conocido en sus tiempos de playboy, como las estadounidenses Kim Novak y Ginger Rogers, o la sueca Anita Ekberg, además de presidentes, jefes de estado, poetas, e incluso, en los años 60 (del siglo XX) le visitó el entonces ministro de Información y Turismo español Manuel Fraga Iribarne.

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Los sitios arqueológicos suelen ser interesantes, pero hay muchos, mientras que conversar con un personaje de vida rocambolesca como el señor Pepe mientras bebíamos arak en una terraza con vistas al mar Mediterráneo, fue algo único. Ese encuentro fue mi mejor recuerdo de Líbano.

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