El territorio que rodea el antiguo asentamiento nabateo de Petra así como el valle desértico de Wadi Rum ha servido desde tiempo atrás como hogar para el pueblo bedu. Perfectamente integrados en un entorno semiárido y en cierto punto hostil, los bedu han ido desarrollando un vasto conocimiento de la zona, transmitiendo de padres a hijos un patrimonio inmaterial que se pone de manifiesto en diferentes áreas. Incluyen éstas el almacenamiento del agua en cisternas, la fabricación de jaimas, la medicina tradicional y la expresión oral mediante la poesía, la música y el relato. Tradicionalmente nómadas, algunas tribus bedu se han ido sedentarizando con el fin de tener mejor acceso a la sanidad, la educación y la vivienda. También se han visto negativamente influidas por la excesiva afluencia turística, evidente especialmente en Petra, que pone en riesgo su valioso acervo cultural.