Creada en la segunda mitad del siglo IX para albergar los restos de la mártir Juliana de Nicomedia, la ermita de Santa Juliana pasó más adelante a formar parte de un monasterio benedictino. A mediados del siglo XI comenzó a ser regida por un cabildo, adquiriendo de esta manera el rango de colegiata. La versión actual del templo data del siglo XII, cuando fue erigido de acuerdo con los principios románicos imperantes en la época. Consta de tres naves terminadas en sendos ábsides semicirculares y un transepto. La nave central y el transepto tienen idénticas dimensiones, por lo que el crucero, punto de unión entre ambos y sobre el que se sitúa un cimborrio, tiene planta cuadrada. Adosada al templo se yergue una torre cilíndrica, mientras que al final de la nave principal existe otra de planta cuadrada y apariencia simétrica con el cimborrio. En el interior del edificio sobresale el claustro, que muestra evidentes características del arte románico excepto en su ala este, diseñada ya en el siglo XVI.