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Brasil

Congonhas (por Jorge Sánchez)

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Arribé a Congonhas sobre las 9 de la noche. Caminé bajo la oscuridad al centro y el primer hotel que encontré me atrajo por el nombre: Hotel dos Profetas, con un letrero donde aparecía la efigie de un profeta de la Biblia. Pregunté por la disponibilidad de un cuarto individual con descuento y, tras regatear un largo rato, me lo dejaron a un precio muy aceptable para mi bolsillo, y hasta me incluyeron el desayuno a base de café con leche, huevos fritos y bollos de nata. Tras desayunar, me dirigí a pie a lo alto de una colina, donde se hallaba el santuario del Buen Jesús, que constituye un lugar de peregrinaje.

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Antes de llegar a él pasé junto a seis capillas a ambos lados de la avenida. Estaban cerradas, pero por una rendija pude apreciar las estatuas de madera de su interior representando la pasión de Cristo. Las estatuas eran perfectas, tan reales que, por ejemplo, en las que personificaban la Última Cena parecía que Jesús y todos los apóstoles estaban vivos. Tan atónito me quedé que paré a una chica que descendía por esa avenida y le rogué que me diera información sobre esas capillas. Por ella supe que eran obra de Antonio Francisco Lisboa, mejor conocido como Aleijadinho, el artista brasileño más importante del período colonial portugués. Aleijadinho era hijo de un padre portugués, de profesión carpintero, y de una mujer africana que había sido raptada y llevada a la fuerza a Brasil para ejercer de esclava. Nació en Ouro Preto, donde se hallan muchos de sus trabajos. Los últimos años de su vida sus miembros sufrieron una atrofia debido a una enfermedad y por ello le llamaron aleijadinho, el pequeño lisiado. Un ayudante le tenía que atar el cincel y el martillo en los brazos por no poder usar sus manos.

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Al subir más arriba de la avenida advertí doce figuras que representaban a doce profetas del Viejo Testamento. Se anteponían al santuario, embelleciéndolo. Mientras tomaba fotografías, unos policías, un hombre y una mujer que custodiaban ese santuario, me explicaron que su autor era Aleijadinho, quien las esculpió cuando ya tenía 60 años de edad. Me quedé a hablar con ellos. Fue cuando el hombre me dio su opinión sobre el significado de esas doce estatuas, una por una. Al parecer, debido a que Aleijadinho era masón, había añadido símbolos cabalísticos en las doce figuras, en sus gestos y vestimentas. También había un paralelismo entre los doce profetas y personajes de la conocida como Inconfidência Mineira (Conspiración Minera) de Minas Gerais. El profeta Jonás representaría a Tiradentes, un líder de tal revuelta al que los portugueses descuartizaron. No tuve suerte al visitar el interior del santuario pues estaba lleno de andamios por estar haciéndose restauraciones y no pude admirar su esplendor al completo, aunque en su construcción noté influencia italiana y su decoración era de claro estilo rococó.

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Tras el santuario me acerqué a otro lugar cercano relacionado con el santuario, que se llamaba Romaria y su estructura parecía una plaza de toros. Era en ese lugar donde se alojan los peregrinos pobres durante las fiestas de romería del mes de septiembre, conmemorando el Jubileu do Senhor Bom Jesus de Matosinhos. En la Romaria se ubicaba la oficina de turismo, pero ya no me fueron necesarios los folletos ni mapas que me entregó la moza al cargo; la gente local ya me había dado todas las explicaciones que necesitaba para comprender ese lugar. Por ello caminé hasta la estación de autobuses con la intención de dirigirme a Ouro Preto.

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