Aproximadamente medio centenar de iglesias de madera subsisten en la región de Maramureș, localizada al noroeste de Rumanía. La mayor parte de ellas fueron erigidas entre los siglos XVII y XIX, siendo el material usado la madera debido a la prohibición de las autoridades austrohúngaras de construir templos ortodoxos en piedra. Para la edificación se utilizaban troncos procedentes de los abundantes bosques de la zona y el conjunto se recubría con un tejado de aspecto sólido y generalmente de doble alero. Todas ellas disponen de una torre elevada, que hace las funciones de campanario, y su interior es de reducidas dimensiones, con las paredes recubiertas de pinturas murales. Ocho de estos templos, concretamente los situados en las poblaciones de Bârsana, Budești, Desești, Ieud, Plopiș, Poienile Izei, Rogoz y Șurdești, han sido declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO.