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Comunidad Valenciana

Atalayas medievales

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Cuando está cercano a cumplirse un milenio de su nacimiento, la vida de Rodrigo Díaz de Vivar permanece envuelta en las tinieblas que entremezclan la realidad con la leyenda. Las hazañas que se le atribuyen son tan numerosas como quizás exageradas, aunque algo de cierto debía de haber en ellas cuando sus enemigos naturales, los musulmanes, le aplicaron el respetuoso calificativo de sidi, es decir señor, que derivó más tarde en el apodo de Cid con el que es generalmente conocido. Escenario de sus correrías fue una zona por entonces fronteriza entre los reinos musulmanes y cristianos, que en la actualidad forma parte de la provincia de Alicante. Allí perviven numerosas fortalezas que retrotraen a las batallas que tenían lugar en aquella segunda mitad del siglo XI durante la que transcurrió su vida legendaria.

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Los orígenes del castillo de Sax se pierden en la noche de los tiempos, aunque probablemente ya existiera cuando el Cid campeaba a sus anchas por sus inmediaciones en dirección a la ciudad de Elche. De origen almohade, no pasó a manos cristianas hasta bien entrado el siglo XIII, cuando fue conquistado por caballeros de la Orden de Calatrava. Localizado en lo alto de un promontorio rocoso, da una imagen de total inexpugnabilidad, hecho que facilitó la resistencia opuesta por sus moradores ante los reiterados intentos de arrebatarles la plaza efectuados por sus enemigos. Su planta se adapta como un guante a las irregularidades del terreno sobre el que está ubicado y en cada uno de sus extremos se sitúa una torre de tamaño asimétrico, destacando la del homenaje que alberga las estancias principales.

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A escasos kilómetros hacia el noreste, tan pocos que llega a apreciarse a simple vista desde el anterior, el castillo de Biar se levanta sobre una colina a cuyos pies se extiende la localidad del mismo nombre. Al igual que sucede con su homónimo de Sax, no se conocen muchos detalles sobre su origen, aunque su procedencia almohade queda probada por las trazas de una cúpula que guarda en su interior. Probablemente pasó a manos cristianas a comienzos del siglo XIII, quedando del lado de Aragón cuando este reino y el de Castilla se repartieron los territorios conquistados unas décadas después mediante el Tratado de Almizra. Diseñado en forma de cuadrícula, presenta torres defensivas en cada una de las esquinas y sobre ellas se eleva la del homenaje, no menos poderosa que la del castillo vecino.

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Formando un triángulo casi equilátero con las anteriores, la fortaleza de Villena es también conocida como Castillo de La Atalaya, denominación que da idea de su situación en lo alto del cerro que domina esta villa alicantina. Conquistado tras largos asedios por las tropas aragonesas de Jaime I, pasó a manos castellanas en virtud del tratado mencionado anteriormente. De la importancia de esta plaza da idea el hecho de que Alfonso X, a la sazón rey de Castilla, creó en torno a ella el llamado señorío de Villena, cediendo el mando a su propio hermano Manuel. Los poderes del señor de Villena y sus sucesores, el primero de los cuales fue su hijo Don Juan Manuel, famoso tanto por la dureza de su espada como por la calidad de su pluma, se extendieron por una amplia zona del sureste peninsular durante los siglos venideros.

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De aspecto ciertamente impresionante, las líneas del castillo de Villena se asemejan en cierta manera a las de su vecino de Biar, lo que podría sugerir un origen coetáneo. Al igual que sucede con éste, su procedencia almohade es evidente como lo demuestran las bóvedas de ladrillo con líneas entrecruzadas que alberga. Quizás como recuerdo y homenaje a su pasado, esta fortaleza juega un papel preeminente en las populares Fiestas de Moros y Cristianos que se celebran en la localidad a comienzos de septiembre, cuando en sus murallas se coloca una figura que simboliza su pasada pertenencia musulmana. Seguramente Rodrigo Díaz de Vivar se habría sentido honrado de saber que aquellas batallas sobre las que se asentó su leyenda siguen conmemorándose casi un milenio después, aunque por suerte ahora adquieran un tono considerablemente más festivo.

2 COMENTARIOS

  1. Tenemos un país lleno de sitios fortificados maravillosos. Es interesante ver la conexión de unos y otros y como formaban parte de un sistema defensivo nada arbitrario. Excelentes fortificaciones las que nos muestras en esta entrada, no conozco ninguna, a ver si pongo remedio.

    • Hay más por esa zona del sur de Alicante y parte de las provincias de Murcia y Albacete. Bastante bien conservadas y todas ellas buena muestra de aquellos tiempos guerreros, cuando en cierto modo se decidió el futuro de lo que vendría después. Curioso como después de tanto tiempo todavía se siguen recordando aquellas batallas en forma de fiestas de moros y cristianos.

      Muchas gracias y un abrazo.

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