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Fachada mediterránea de los Pirineos (por Jorge Sánchez)

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En el transcurso de varios viajes cortos he llegado a conocer bastante bien la fachada mediterránea de los Pirineos, tanto en la parte española como en la francesa, tanto vía terrestre como vía marítima. La reseña de UNESCO destaca de esta fachada: «la presencia de la obra de algunos de los más grandes artistas europeos del siglo XX que la visitaron en busca de luz y color». Y es cierto. Cuando llegué la primera vez a Colliure (visitando por el camino los viñedos de Banyuls -que cita UNESCO-) me encontré junto a la iglesia/fortaleza Notre-Dame-des-Anges diversas reproducciones de cuadros que habían sido allí pintados por Henri Matisse y André Derain. Incluso los artistas españoles Juan Gris, Pablo Picasso y Salvador Dalí visitaron Colliure en algún momento de sus vidas (mientras que nuestro poeta Antonio Machado encontró allí la muerte).

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También he cruzado la frontera franco española en coche por la costa, desde Banyuls-sur-Mer a Cerbère, y a continuación Port Bou hasta Figueras. Sin embargo, la vez que mejor contemplé y admiré de la belleza de la fachada mediterránea de los Pirineos aconteció cuando abordé un barco turístico entre Roses y Cadaqués con una incursión hasta el mismo faro en la punta del Cabo de Creus. A bordo de ese barco ofrecían sardinas y vino con porrón a discreción. La travesía fue una fiesta para todos los turistas, entre alemanes, franceses y unos pocos españoles. Al final, cuando habíamos ingerido notables cantidades de vino de los porrones, todos acabamos cantando temas folclóricos tipo Lili Marleen, Allons enfants de la Patrie, o Asturias patria querida.

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Por el camino vimos fortificaciones con cañones, y varios de los miles de bunkers que Franco mandó construir por toda la Costa Brava y los Pirineos, para defenderse de una eventual invasión de España por los países Aliados durante y tras la Segunda Guerra Mundial; se trataba de la conocida como Línea P, o también Línea Gutiérrez. Tras ver el faro el barco el barco dio la vuelta y nos señaló primero la casa de Port Lligat, donde vivió Salvador Dalí con su esposa rusa. Distinguimos los grandes huevos dalinianos sobre el tejado. A continuación desembarcamos en Cadaqués donde dispusimos de 2 horas de tiempo libre antes de regresar a Roses. Yo ya había estado en la casa/museo de Dalí, por lo que no fui, quedándome en cambio a pasear por Cadaqués y tomarme un café en el bar del Casino, junto a la estatua dedicada a Dalí. Varios turistas sí que fueron a ver la casa/museo, pero no consiguieron entrada y regresaron de vacío, aunque al menos vieron la casa de cerca y con ello se sintieron moderadamente satisfechos. Durante el camino de vuelta el barco hizo pequeñas incursiones en recovecos, tipo grutas, cuando observábamos a los pájaros que por allí revoloteaban. Toda esa travesía fue una gozada que nos permitió apreciar la belleza de la Costa Brava desde el mar Mediterráneo.

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