MunDandy

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Brunéi

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Con un tamaño aproximadamente una vez y media el español, Borneo es la cuarta isla del mundo en términos de superficie, tras Australia, Groenlandia y Nueva Guinea. Cubierta por un denso bosque lluvioso, según los expertos el más antiguo que aún sobrevive en el Planeta Tierra, su territorio se lo reparten Indonesia, Malasia y el sultanato independiente de Brunéi, al que corresponde menos del uno por ciento del total. Situado en la zona más oriental de este último y separado del resto del país por el estado malayo de Sarawak, el distrito de Temburong mantiene una característica entidad propia. Probablemente se trata de uno de los lugares donde mejor puede apreciarse la excepcional biodiversidad que almacena Borneo, al mantenerse todavía relativamente aislado de perniciosas influencias externas.

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La mejor manera de llegar a Temburong es tomar una de las embarcaciones que parten de Bandar Seri Begawan hacia Bangar, que es como se denomina la capital del distrito. Durante algo más de una hora la lancha avanza con presteza por canales de diferente amplitud, adentrándose en ocasiones en territorio malayo para no tener que salir a mar abierto. La sensación que invade al viajero es la de estar atravesando un territorio prístino, cubierto por una vegetación impenetrable, donde sus sentidos son estimulados por muy diversas percepciones, especialmente auditivas y visuales, provenientes de la foresta. A pesar de constituir la población más importante del exclave, Bangar ofrece una imagen de pequeña localidad de provincias, cuyos habitantes aún se sorprenden ante la llamativa presencia del visitante occidental.

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Desde aquí puede continuarse, bien por carretera o por vía acuática, hacia alguno de los lugares protegidos en Temburong, donde poder entrar en contacto con esa naturaleza espectacular que cubre prácticamente todo su territorio. El mayor de ellos es el llamado Parque Nacional Ulu Temburong, que ocupa casi la mitad del distrito y constituye una de las zonas más vírgenes de todo Borneo debido al escaso impacto humano que ha sufrido. De tamaño considerablemente más reducido pero no exenta de interés, la Reserva Forestal Peradayan se extiende por la ladera de dos colinas, a cuya cima conviene subir para disfrutar de buenas vistas sobre el vecino Sarawak. A pesar de albergar abundante fauna, entre la que destaca un ciervo endémico al que localmente se denomina kijang, no resulta fácil apreciarla debido a la espesura de la vegetación.

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La mayoría de los escasos habitantes de Temburong pertenecen a la etnia iban, una subdivisión de los dayak, primitivos pobladores de Borneo. Famosos por su habilidad como cortadores de cabezas, hace tiempo que los iban abandonaron tan salvaje práctica y, a la vista de su amabilidad y su tímida sonrisa, resulta difícil creer que se dedicaran a ello en el pasado. Muchos siguen viviendo en las tradicionales longhouses, viviendas de aspecto alargado, de ahí su nombre, que sirven como residencia para las familias que componen la comunidad a la que servían como protección en el pasado. En la actualidad cada longhouse ejerce un papel similar al de una aldea, donde todos sus habitantes deben acatar una serie de reglas para hacer más sencilla la vida comunal.

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Muy alejado de las explotaciones petrolíferas y la imagen fastuosa de palacios y mezquitas que ofrecen algunas zonas de la capital del país, Temburong se mostró ante nuestros ojos como la representación idílica de un Borneo en miniatura, permitiéndonos imaginar como transcurría la existencia de sus habitantes en un pasado todavía reciente. A pesar de que el turismo que llega hasta allí está creciendo considerablemente en los últimos tiempos, parece que todavía lo forman visitantes respetuosos con el entorno en su mayoría. Lo cual, unido al hecho de ser un territorio protegido prácticamente en su totalidad, hace que esté de momento a salvo de la incesante deforestación, tan común en otras áreas de la isla. Amenazando con destruir para siempre una biodiversidad que se ha mantenido inmutable durante cientos de millones de años y que no deberíamos correr el riesgo de perder.

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