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Chile Extremadura

Haciendo fortuna

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Andaba Martín aquellos días enfrascado en los preparativos de lo que prometía ser un viaje de tanta trascendencia que su destino final era casi desconocido. Tras celebrar la Navidad junto a su familia, encaminaría sus pasos hacia la ciudad de Sevilla, adonde tardaría en llegar varias semanas. Después de unos días allí, intentaría encontrar acomodo en la nao Santa Lucía, para cuyo capitán llevaba una carta de presentación y que para entonces debería estar presta a partir hacia el Nuevo Mundo. Nuevo Mundo…el solo hecho de pensar en esas dos palabras hacía al joven sentir una especie de cosquilleo en el estómago, una sensación indescriptible que iba desde el temor a lo desconocido hasta la ansiedad por experimentar esas aventuras que seguro el destino le tenía preparadas.

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Había nacido el aventurero en el año de 1573 en la localidad de Valencia de Alcántara, donde fue bautizado en la iglesia de Santiago con el nombre completo de Martín de Santibáñez Cotillo. Localizado extramuros, el templo se encontraba situado junto a una de las entradas de la villa, cercano al puente que cruza la rivera de Avid. Tiempo después, fue destruido por los propios vecinos ante el temor de que las tropas portuguesas contra las que luchaban se atrincheraran e hicieran fuertes en su interior. Aunque desde niño experimentó ansias de libertad, Martín había pasado toda su vida en la población pero desde hace pocos años permanecía atento a las noticias que de cuando en cuando enviaba un vecino desplazado a las Indias en busca de fortuna. Y, por fin, había llegado la hora de seguir sus pasos.

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Tras un largo viaje en el que sufrió numerosas penurias que a punto estuvieron de acabar con su vida, Martín llegó al Nuevo Mundo. Su destino eran tierras hoy en día peruanas, donde le esperaban duras batallas a las órdenes de un compatriota procedente de la vecina localidad de Trujillo. Aunque no fue sencillo, consiguió salir indemne de todas ellas y sus méritos le fueron reconocidos con un ascenso. Después de varios años, se desplazó al actual territorio de Chile, donde le esperaba la Guerra del Arauco, contienda contra los indios mapuches que, según el entonces monarca español Felipe II, fue causante de numerosas bajas entre las tropas hispanas. Su valentía le sirvió para conseguir el grado de capitán de infantería, a la vez que le fueron asignadas dos encomiendas en las cercanías del Aconcagua. Murió en el frente, aproximadamente en 1629 y fue enterrado en una de ellas.

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Aquellos callejones donde Martín de Santibáñez desarrolló sus juegos infantiles, las esquinas tras las que desveló sus secretos, esos lugares donde se tejieron sus sueños, mantienen en la actualidad un ambiente similar al que debieron tener a finales del siglo XVI. El conjunto es conocido como Barrio Gótico de Valencia de Alcántara y lo conforman una veintena de calles con una estructura que recuerda en cierto modo a una medina, lo cual no es de extrañar pues el presumible origen de la villa es musulmán. Destacan en ellas numerosas viviendas a cuyo interior se accede a través de portadas ojivales adinteladas, algunas de las cuales siguen mostrando sus blasones con el escudo de la familia que las habitó.

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Aunque Santibáñez no vivió para verlo, el terreno donde se situaba una de las encomiendas que le fue otorgada por su buen hacer se convirtió con el tiempo en la actual población chilena de Catemu. Probablemente se hubiera alegrado de saber que uno de sus nietos, Antonio de Santibáñez y Escobar, llegó a ser alcalde de Santiago, mientras que, entre otros descendientes suyos, Germán Riesco fue presidente de Chile a comienzos del siglo XX y Orlando Letelier era ministro de Defensa cuando se produjo el golpe de estado que destronó y asesinó a Salvador Allende. Pero, a pesar de todo, estoy convencido de que a Martín de Santibáñez Cotillo le habría gustado poder emprender el retorno a Valencia de Alcántara, esa tierra amada que tuvo que dejar atrás para ir hasta otro mundo en busca de fortuna.

2 COMENTARIOS

  1. Las primeras mercedes de tierras concedidas en Chile a españoles en Aconcagua fueron en el siglo XVII, formándose los primeros caseríos de españoles y mestizos favorecidos por la repartición de encomiendas, siendo una de las haciendas más importantes en este territorio, la «Hacienda San Joseph de Catemu».
    Martín de Santibáñez Cotillo, nació en Valencia de Alcántara, provincia de Cáceres, Extremadura, en 1573 vino al Perú y de allí a Chile donde llegó con el grado de sargento en el refuerzo de ciento seis hombres que trajo Juan Martínez de Leiva llegado a Concepción el 12 de enero de 1600.
    Santibáñez Cotillo fue Capitán de infantería en las Guerras de Arauco durante diez años, por lo que fue agraciado por el Gobernador del Reino de aquella época, Lope de Ulloa y Lemos, con una encomienda en Aconcagua, según título del 29 de julio 1613 y ampliado por cédula del 18 septiembre 1622; y con una
    merced de tierra del 18 de septiembre de 1620. Se casó en la catedral de Santiago con Bartolina de Escobar y de los Ríos, fallecida en Catemu el 22 de septiembre de 1652, matrimonio del cual nacieron cuatro hijos, uno de los cuales fue Antonio de Santibáñez y Escobar, quien nació en Santiago, ciudad de la que fue Alcalde y donde se casó con Isabel de Escobar Aparicio, el 24 enero de 1646 y con quien tuvo 9 hijos, de los cuales Martín de Santibáñez y Escobar, nació en Santiago el 17 de enero 1668 y fue bautizado en la vice parroquia de San José de Catemu, a doce días de su nacimiento.
    LA HACIENDA CATEMU
    Martín de Santibáñez y Escobar, fue albacea de su madre y en tal calidad compareció en Santiago el 30 de diciembre de 1697 para otorgar su testamento. Heredo la hacienda «San José de Catemu», en los terrenos ubicados a la vera norte del Río Aconcagua, destinados a la explotación de casi mil indios.
    Se casó con María de Ahumada y Tello de Guzmán, matrimonio del cual nació su única hija, María de Santibáñez y Ahumada quien contrajo matrimonio en Catemu el 12 de noviembre de 1721 con Francisco Javier de Soto Guevara y Olea Cossío, nacido en la villa de Reinosa en Cantabria, siendo su padre señor y mayorazgo de las casas de su apellido. A la muerte de don Martín de Santibáñez y Escobar, en 1774, la hacienda pasó al poder de su hija, María de Santibáñez y Ahumada, quien la vendió al Marqués de la Casa Real Vicente García Huidobro y Morandé, específicamente el 27 de septiembre de 1777, por el precio de $40.000 pagados al contado, incluidos todos sus ganados, en escritura pública otorgada por el escribano de la Villa San Felipe el Real (hoy ciudad de San Felipe).
    En Catemu, valle de fácil acceso, se habían explotado numerosas minas y se habían instalado fundiciones de cobre desde 1832, año en que Vicente García Huidobro y Morandé instaló allí su primera fundición, la que constaba de tres hornos de manga instalados en las faldas del cerro San José y en el centro del actual casco histórico de la comuna, que desde entonces se llamó «Las Máquinas», debido a las imponentes maquinarias de la faena.
    Como dato histórico, este valle contaba con numerosas especies arbóreas, siendo en su mayoría árboles denominados «Temos». Vicente García Huidobro y Morandé utilizó como combustible para los hornos de su fundición esta especie, llevándolos a su completa extinción en el valle.

    • Como nativo de Valencia de Alcántara, le agradezco mucho la información que nos ha proporcionado. Nada me gustaría más que Catemu y Valencia de Alcántara llegaran a estar hermanadas algún día a través de la figura de Martín de Santibáñez.

      Muchas gracias por su comentario y un abrazo.

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