A pesar de que el territorio monegasco no llega a las doscientas hectáreas y está edificado prácticamente en su totalidad, las zonas verdes son habituales en el pequeño estado mediterráneo. Una de las más interesantes es el denominado Jardín japonés, construido en la última década del siglo XX para cumplir un deseo al parecer de la Princesa Grace. Es obra del famoso paisajista nipón Yasuo Beppu y está diseñado según los principios sintoístas, como lo prueba el puente lacado de color rojo, y a los del budismo zen, como muestra un karesansui o jardín seco. Entre la exuberante vegetación no faltan diminutas colinas, una cascada, un arroyo ni, por supuesto, un estanque con su chashitsu o pabellón de té.