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Nicaragua

León (por Jorge Sánchez)

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Encontrándome en Managua resolví pasar un día en la segunda ciudad más poblada de Nicaragua: León, así que me dirigí a la estación de tren y compré hacia allí un boleto por un pequeño puñado de córdobas. Las gentes del lugar me habían recomendado tomar un autobús y así ganar tiempo, pero como soy un enamorado en viajar en tren no les hice caso. Recuerdo que ese tren tardó unas 8 horas en recorrer apenas 100 kilómetros; a veces se paraba 2 horas en medio de la nada. Mi idea era regresar el mismo día a Managua pero fue imposible, así que al llegar a León, ya oscureciendo, busqué un hostal donde cenar y dormir y al día siguiente bien temprano exploré la ciudad, que la encontré muy rica en iglesias, las había casi en cada esquina. Era una ciudad muy grata, típicamente española, o colonial como se suele decir; al deambular por el centro me parecía estar en Andalucía o en Extremadura. Supe más adelante (una vez en España) que su universidad fue la última que los españoles construyeron en Hispanoamérica, pero no se me ocurrió visitarla, algo que hoy lamento. En cambio, esa mañana me dediqué a conocer como Dios manda el centro y sobre todo la catedral, llamada oficialmente «Insigne y Real Basílica Catedral de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María», donde sí sabía que estaba enterrado el poeta Rubén Darío, cuya tumba vi, y al lado había una estatua de un león llorando por su muerte, parecida al león herido de Lucerna (Suiza).

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La catedral, aunque se veía un poco decrépita (era el año 1984) me gustó por la atmósfera que exhalaba y por la iluminación natural en su interior. Es la más grande de Centroamérica y su estilo se puede definir como ecléctico por la combinación del barroco con el neoclásico. Su estructura es tan sólida que ha sobrevivido a terremotos y guerras. Primero subí a la azotea y al bajar le compré un cirio al párroco. Tras ello me dirigí a pie la estación de autobuses y abordé uno para visitar las ruinas de León Viejo, ciudad que había sido fundada por el andaluz Francisco Hernández de Córdoba. El regreso a Managua lo realicé en autobús, adonde llegué en menos de 2 horas, y una vez en la capital emprendí un viaje, primero en autobús a Rama y el día siguiente en barco por el río Escondido hasta Bluefields, desde donde días más tarde me embarqué a la paradisíaca isla del Maíz. Me sentí muy triste cuando, casi una década más tarde (exactamente en el año 1993), leí que ese servicio de tren Managua – León había sido desmantelado y ya no funcionaría nunca jamás.

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