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China

SanFangQiXiang (por Jorge Sánchez)

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Llegué en tren a la capital de la provincia de Fujian: Fuzhou, adonde llegué muy tarde y me quedé a dormir en un hotel junto a la estación de trenes. Por la mañana pregunté a los recepcionistas por la parte antigua de la ciudad, donde esperaba encontrar algún hutong o callejón antiguo, ya que Fuzhou es una ciudad milenaria. Y, efectivamente, me enviaron a una calle peatonal cerca del río Min con muchos puestos de venta de comida (principalmente cerdo agridulce de litchi), donde desayuné.

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Esa zona se llamaba Sanfang Qixiang, lo que se traduce como: tres carriles y siete callejones, y estaban llenos de tiendas donde vendían jarrones de porcelana, té, vestidos tradicionales femeninos, trebejos de caligrafía, flautas, estatuas de budas barrigones, y aún otras cosas chinas. También había un museo que explicaba la historia de la ciudad de Fuzhou, templos taoístas y confucionistas, más unas 200 casas antiguas de madera, datando algunas de la Dinastía Tang, seguidas por la Ming y la Qing, que habían pertenecido a personas notables y a artistas. Toda esa zona parecía un museo a cielo abierto. Durante las 3 horas que recorrí esos callejones adornados con farolillos rojos no me encontré con ningún turista occidental; todos eran chinos sonrientes y algunos contrataban un rickshaw para que les paseara por esos tres raíles atravesados por siete callejones, que vistos sobre un mapa tenían la forma de una espina de pez.

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Tras Sanfang Qixiang me dirigí a pie a un barrio vecino donde se hallaba una catedral católica que había sido construida por frailes dominicos españoles, llegados allí desde las Islas Filipinas a mediados del siglo XIX.

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