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Dinamarca

Tejados verde esmeralda

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El cobre es un elemento con una amplia presencia en la naturaleza, que ha sido usado desde tiempos inmemoriales por el ser humano para diversos fines debido a sus múltiples cualidades. Ya varios milenios antes de nuestra era se empleaba para producir diversos utensilios. Más adelante se utilizó para acuñar moneda. Y son bien conocidas muchas esculturas clásicas, bien fabricadas directamente a partir de este metal o bien con algunas de sus aleaciones, como el bronce o el latón, conocidas desde la antigüedad. Su uso ha estado muy difundido también en la arquitectura, fundamentalmente durante el Barroco cuando solía servir como cubierta de edificios nobles debido a su resistencia a la corrosión. Y aunque su aspecto original es rojizo, con el paso del tiempo y en ambientes húmedos suele aparecer sobre él una pátina de carbonato de cobre que le da un característico tono verdoso.

Copenhague_03

No era yo muy consciente de este proceso químico hasta que llegué a Copenhague en el verano de 1991 y la abundancia de tejados verdes comenzó a sorprenderme. Tal fenómeno era evidente especialmente en la parte más antigua de la ciudad, donde muchas de sus construcciones emblemáticas parecían enorgullecerse de tan pintoresco revestimiento. En Slotsholmen, corazón de la capital danesa, diversos edificios muestran sus verdes cubiertas al visitante. Como el palacio de Christiansborg, actualmente sede tanto del Parlamento danés como del Tribunal Supremo además de residencia del Primer Ministro, lo que constituye un caso único de concentración de poderes en un mismo lugar. O el cercano edificio conocido como Børsen, hasta hace poco sede de la Bolsa local, en el que destaca una peculiar aguja que se levanta más de cincuenta metros sobre la ciudad.

Frederiksborg_02

Algo al norte de Copenhague, cerca de la población de Hillerød, el palacio de Frederiksborg muestra su recubrimiento esmeralda al borde de un bonito lago. Residencia de la realeza desde que fue construido en el siglo XVI, un fuego lo afectó seriamente un par de siglos después, por lo que los monarcas daneses establecieron su estancia en otro lugar. Tras una reconstrucción que duró varios años, Frederiksborg fue dedicado a ser sede del Museo Nacional de Historia. Destacan también sus apreciados jardines, a los que suelen acercarse los vecinos de Copenhague para disfrutar de un momento de relax. El museo en sí contiene diversas salas que albergan una colección de pintura histórica y numerosas piezas del mobiliario de la época, así como una capilla todavía usada para ceremonias religiosas importantes.

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No lejos de allí, en las proximidades de la localidad de Helsingør, el castillo de Kronborg exhibe un tocado de verdosos matices, presentes fundamentalmente en uno de sus laterales y alguna de sus cúpulas. Construido en el siglo XV, su finalidad era la de proteger el angosto estrecho del Øresund y, ya de paso, exigir tributo a los barcos que pretendían acceder al Báltico desde el mar del Norte y viceversa. William Shakespeare popularizó este lugar cuando situó aquí la residencia de Hamlet, protagonista de una de sus obras más conocidas. El gran dramaturgo cambió la denominación de Kronborg por la de Elsinore debido a su similitud con el nombre de la población vecina, que viene a significar cuello debido a la estrechez del Øresund en este punto. No es de extrañar, pues, que el castillo se haya venido usando como escenario para diversas representaciones de la tragedia shakesperiana, incluso para rodar los exteriores de alguna película basada en tan magistral obra.

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Lugar de encuentro tanto para turistas como para gamberros, la famosa estatua de La Sirenita está moldeada en bronce, aleación de cobre y estaño, y aún mantiene su tonalidad original. Fue mandada construir, hace aproximadamente un siglo, por el propietario de la cervecera Carlsberg tras quedar fascinado con la actuación de una bailarina durante una representación basada en la popular obra de Andersen. No está claro si la versión situada sobre una roca que emerge junto al puerto de Copenhague es la inicial, pues circulan varias copias de la estatua y la leyenda dice que el original se guarda en lugar secreto. Pero a pesar de que esta pequeña figura resulta algo decepcionante a simple vista, su carácter significativo para esta ciudad es indudable. Quizás por ello unos vándalos la recubrieron en una ocasión con pintura de color verde, como si no pudieran esperar a que el devenir del tiempo culmine su trabajo tal y como ha hecho con los tejados vecinos.

6 COMENTARIOS

  1. Interesante post, Floren. Una de las razones por las que empecé a interesarme en la Química fue precisamente esa magia de cambios de color que nos dan algunas reacciones.
    Conocí Copenhague hace poco más de un año pero seguro que repetiré.

    Un abrazo

    • A mí también me gustaba la Química de niño. Un año los Reyes me trajeron un juego llamado Quimicefa o algo así y disfrutaba un montón con los experimentos, es un mundo apasionante. Copenhague me pareció una ciudad agradable y me gustaría volver, también para acercarme a ver la cercana catedral de Roskilde.

      Un abrazo.

  2. Te creerás que cuando fuimos a Copenhague habían enviado a la Sirenita «on tour» hacia China y que en su lugar habían puesto una pantalla gigante que la enfocaba en directo? Una de las cosas más bizarras que nos hemos encontrado en los viajes.

    • No os perdistéis mucho al no poder ver la original, Jordi. Quizás incluso ganara en pantalla gigante. 🙂 Salvando las distancias, La Sirenita es algo así como La Gioconda, demasiada fama para tan poco contenido.

      Muchas gracias por tu aportación.

    • Nunca había oído esta explicación, aunque creo que tiene más fundamento la del proceso químico arriba mencionado.

      Muchas gracias por tu comentario.

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