MunDandy

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Papúa Nueva Guinea

Valle de Kuk (por Alberto Campa)

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Tras noche en casa de mi genial familia amiga de Papúas melpahablantes, me levantaría muy pronto pero muy descansado. Aquí amanece sobre las seis de la mañana hora de reloj, siendo a las 12 realmente el mediodía solar, y hora a la que saldría mi vuelo. Os comparto hoy unas fotinas para que veáis que se contempla desde arriba cuando se sobrevuela Papúa Nueva Guinea en su parte donde no existen casi imposibles carreteras. No siempre el tiempo está despejado, pero cuando hay escasa nubosidad, hasta las blancas nubes le dan un toque todavía más fotogénico a las instantáneas aéreas.

Como os contaba, al levantarme pronto aprovechaba para escribir un poco, y yendo a un buen hotel cercano al aeropuerto con wifi, aprovecharía para tomar un buen café de estas montañas de Papúa, y conectarme con casa. De vuelta hacia casa de mi familia de acogida compraba otras pocas chuches, patatinas y chocolatinas para dejarles a los pequeñajos de la casa para agradecida despedida. Todos levantados ya cuando llegué, jugaban en el jardín con su perrillo, hasta que llegó un nuevo juguete más asturiano.

El más pequeñajo, Ewin, enseguida esperaba que le lanzase a tocar las ramas de los árboles. El más grande, Lionel, se adhería a mi pierna para que no me marchara, y Jemela hasta lloraba porque veía que cogía mi mochila y ya sabía no volvería. Aparecía también el grandfather de la family con sus ochenta y tantos, más o menos, porque aquí la mayoría no sabe cuándo nació exactamente. Todos un encanto, y aunque este país tiene el gran problema de la extrema lejanía respecto de España, el bueno de Benie insistía junto a Lucy en que your wife (Mónica) y yo volviéramos en Agosto cuando se celebran esos coloridos festivales de Papúas de cara pintada que ya os compartí en fotos. Quizás algún año, ¿por qué no?, el destino depara cosas mágicas que no esperamos, pero que a veces se producen.

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Engañando un poco a los pequeñajos, abandonaba mi muy familiar casa de acogida, para irme con Lucy que empezaba a trabajar en la oficina de su compañía aérea, PNG Air, en el Aeropuerto a las nueve. Por su parte Benie me acompañaría a sacar tarjeta de embarque para vuelo de esa compañía. Charlando con Benie, le comento que me pareció extraordinariamente ancestral la forma de cultivar la tierra que tienen los Papúas en su país, y que había leído que el central Valle de Kuk había sido nombrado por la UNESCO, Patrimonio Mundial de la Humanidad. Benie me sorprende y me comenta que en realidad yendo por un atajo de la parte trasera de la pista de aterrizaje no está demasiado lejos de allí, que se puede llegar en una media hora. Se me iluminan los ojos, y teniendo límite de embarque en mi vuelo a las 11.30 y siendo las 9.30 le pregunto que si encontramos un transporte, si me acompaña a visitarlo.

Suelo casi siempre arriesgar mucho en casi todos los vuelos, y no es la primera vez que en aeropuertos como estos, llego casi quitando la rudimentaria escalera de embarque, así que una vez que Benie me dio su sonriente aprobación, abandonamos rápido la terminal y vamos a regatear una pequeña furgo. No hubo suerte a las primeras cambio, pero al final si hubo un chófer papúa que aceptaba a un precio módico, el récord de ir en media hora, esperarnos una media hora y volver en otra media, ya que ya eran las diez cuando salíamos. La carretera bordeando la pista del aeropuerto estaba bastante bien al principio, pero a medida que avanzábamos hacia el milenario Valle, los baches se apoderaban de ella y no había más remedio que ir más despacio. No lo veía yo muy claro de tiempo, pero al final llegamos a las once menos veinte.

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El Valle de Kuk es un hermoso valle lleno de cultivos de todo tipo. Mandioca, patatas, maíz, té, café, plataneras y un largo etc. Pero eso ya lo había visto también en varias zonas del interior de esta isla de Nueva Guinea. Ahora bien, lo verdaderamente importante y lo que lo hace casi único hoy en día, es que aquí se encontraron en una zona sombría que visitábamos a pie, huesos y restos humanos con una antigüedad de entre 7.000 y 10.000 años. Eso demuestra que aunque no nos suene tanto y tengamos a Oceanía como un lugar lejano y remoto, en estas aisladas islas, ya había gente cultivando la tierra de una forma muy inteligente y provechosa, antes que los meticulosos romanos, griegos o egipcios presumieran de ello.

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En medio de ese gran valle, a unos dos mil metros de altitud, pero con benigna temperatura y rodeado de montañas, hace que Kuk sea todo un vergel y un lugar que ha sido históricamente ese paraíso natural para la agricultura. Durante miles de años aquí la tierra ha dado de comer indiscriminadamente a todos sus pobladores. Bueno, hay que volverse y la furgo intenta dar vuelta donde nos dejó para seguir caminando, y se queda atascada. Por aquí no suele pasar otro transporte hasta la tarde, así que había que hacer que la Toyota nos devolviera al aeropuerto. Empujamos un poco balanceándola un poco adelante y atrás, y al final traccionaba para volvernos rápido. Llegamos al aeropuerto ya pasado cinco minutos el plazo límite del embarque, pero afortunadamente el avión, que tenía que aterrizar proveniente de la capital, aún no había llegado. Despedida intensa con gran abrazo al buenazo de Benie, y deseándole lo mejor a toda su familia, entro hacia la puerta de embarque.

Aún me daría tiempo para robar un poco de wifi al lado de la puerta de la sala business de la Air Niguini, fotografiando por el cristal la clave Password y ampliando la imagen después en el móvil para leerlos números, ya que a los de turista no nos la dan aunque los maten. Aprovechaba para pasar algún messenger y mail pendientes, hablar con buen amigo asturiano de nombre Beni y que su mujer se llama Luci, ¿qué casualidades eh?, y descargaba la edición digital de El País y El Mundo, para leerlas en el avión y enterarme como me estáis cuidando de la Tierrina y toda la Península. Subiendo de nuevo a este pintoresco bimotor ATR 72 de la bajo coste PNG Air por su puerta trasera, me subo a mi buscado asiento 5D.

En estos aviones, al embarcarse por la puerta escalerilla trasera, las filas se enumeran de atrás hacia adelante, así que rápido me ubico en mi deseada siempre ventanilla con vistas al espectáculo natural de Papúa. En el vuelo, varios jovenzuelos que supongo se van a estudiar a la capital, me llaman la atención y me divierten, ya que llevan gafas nuevas, pero por aquí ya me había fijado más veces, ni les quitan las pegatinas del cristal ni la etiqueta colgante. Y es que si son de marca, que se vea bien, ¿no? Jeje, parece de risa, pero verdaderamente, bien que en Occidente también la obsesión de la marquitis de casi todos, hace que si se tiene un bolso o una camiseta, que ponga bien claro y se vea mucho «Loewe» o «Nike», ¿o no también? Sin embargo, si en vez de esas marcas pone otras como Cajastur o Tex, ya no mola tanto. Cosas de los occidentales, importa más la marca, que un buen aprovechado uso y calidad.

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Después de ver abandonar los valles de Mount Hagen, dejar de ver las altas montañas de las Highlands y los caudalosos ríos que desagüen millones de litros de agua al mar de Papúa, llegamos a la costa sur del país, viendo desde montañas que parecen remojar su rabo en la playa o islas con forma de corazón, como os muestro en las fotinas aéreas que pude tomar y que os comparto hoy.

Aterrizaje en Port Moresby, y al salir del aeropuerto cae una gran tromba de agua. Que suerte, vuelvo a decir, no me pillaran torrenciales lluvias en el interior de este indómita isla.

Había hecho una pre-reserva en uno de los lugares más baratos que encontré para dormir en esta también bastante insegura y complicada capital. Lógicamente, el hostel era muy a las afueras de la ciudad, como a unos 8 kilómetros, y preguntando a furgo Shuttle de otro caro hotel del centro por cómo llegar en transporte público, me dice que es complicado y muy inseguro para un blanco. Le digo que no soy ningún turista ni vengo por trabajo, y que no puedo pagar más de las 90 kinas que me salía ese. El atento chófer, me dice que es peligroso irse hacia los barrios y que intente algo más por el centro. Desinteresadamente me dice que me ayuda a buscar si quiero, pero después de llevar a sus clientes, que ahora desembarcaban de vuelo para irse al lujoso hotel Ella Beach. Así que como me gusta que el destino se vaya mostrando, me subo a su furgo y le acompaño en dos viajes de ida y vuelta a la terminal para llevar a trabajadores y directivos de una empresa multinacional, la Oil Search.

Me viene bien estar en el móvil vehículo, ya que así veo toda la ciudad en el recorrido, y no me mojo con fuerte lluvia y calles inundadas. Pasamos por la embotelladora central de la cervecera local, la SP Beer, y además cerca del Parlamento y de varios hoteles de lujo. Una vez ya trasladados sus clientes, me acerca hasta un motel que cree cuesta sobre 100 kinas la habitación. Llegamos y la señora que nos abre el enrejado portón nos dice que los cuartos valen 130 kinas. Intento como siempre regatearle un poco el precio, pero esta vez no funciona.

La verdad que aquí en Port Moresby no me la puedo jugar mucho si se hace de noche, pero tampoco quiero pagar tanto por una habitación siendo yo solo, así que el bueno de George, me dice que tiene que volverse al aeropuerto, pero que en el camino me lleva a una zona un poco más alejada e insegura, pero que alquilan cuartos muy sencillos. Llegamos al barrio pesquero de Koki, y se detiene cerca de unas adosadas chabolas de chapa, con letrero hotelero pintado a mano. Una sonriente señora mayor, ésta muy femenina y delgada, me pide por un cuarto 150 kinas, y viendo el panorama, ya me imaginaba como de pulguero iba a ser. Le regateo, y al final me lo deja en 100, así que con mi conductor amigo ya con prisa, y ya cayendo la noche, me bajo y abriéndome la enrejada y candada puerta me quedo allí al menos por esa noche.

He dormido en tantos tipos de lugares, sobre todo en la pobre África, o en la populosa Asia, que desde los solo cutres hasta los muy, pero que muy insalubres, ya me los conozco antes de llegar a la habitación. Llamarlo cuartucho sería un honor, pero armándome de valor, pido una sábana que no tenga tantas manchas como la puesta, para colocarla encima de la almohada y saco mí siempre socorrido saco de dormir, con el que pasaré calor, pero me inmunizo un poco más de la inmunidad.

Os sigo contando un poco más mañana de Port Moresby y de algunos de sus Resorts. La noche fue dura, bastante dura. Sabía que visitaría un país con mucha vegetación y fauna, pero creo que hasta descubrí especies animales nuevas esa noche. Abrazotes my Friends, esta noche mirad bien debajo de las sábanas antes de dormiros!!!

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