De las doce fortificaciones que ha elegido la UNESCO para este patrimonio mundial, sólo he estado en dos: Villefranche-de-Conflent y Besançon. Pocas son, pero bueno, eso es mejor que no haber estado en ninguna. Las otras diez fortificaciones que me faltan son: Arras; Blaye-Cussax-Fort Médoc; Briançon; Camaret-sur-Mer; Longwy; Mont-Dauphin; Mount-Louis; Neuf-Brisach; Saint-Martin-de-Ré; Saint-Vaast-la-Hougue/Tatihou.

Mi visita a Villefranche-de-Conflent fue corta y de ella hace más de 20 años. La fortificación que más recuerdo es la de Besançon, donde me quedé un día entero un día del mes de febrero del año 2014. Fue además una ciudad española del Franco Condado, que perdimos tras un asedio francés el año 1674, en el que intervino el propio Vauban dando consejos de estrategia militar. Iba siguiendo los pasos de los Tercios de Flandes desde el Milanesado a Bruselas, y Besançon era una de las escalas de los soldados españoles.

Besançon es una ciudad atractiva. Deambulando por el centro me encontré con palacetes, diversas iglesias, la casa natal de Victor Hugo y ruinas romanas de un teatro, de los tiempos cuando la ciudad se llamaba Vesontio. En el bellísimo interior de la catedral, llamada Saint Jean, descubrí un friso representando la Última Cena. Tras ello ascendí a la colina donde se sitúa la fortaleza, compré el billete de entrada por 9 euros y realicé numerosas fotografías, algunas de las cuales muestro aquí.

Tan pronto penetré en el recinto observé a mi izquierda una escultura metálica. Se trataba de Vauban estudiando un plano. Había también planos de la ciudadela con explicaciones didácticas. Pasé aproximadamente unas dos horas en el interior y luego rodeé las murallas por fuera. Verdaderamente, tras los arreglos de Vauban una vez que los españoles capitularon, esa fortificación con los muros tan poderosos parecía inexpugnable. Al acabar la visita regresé a la estación de trenes y me dirigí a mi siguiente sitio UNESCO: Plaza Stanislas, Plaza de la Carrière y Plaza d’Alliance en Nancy.