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Filipinas

Puerto Princesa (por Jorge Sánchez)

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A la llegada a Puerto Princesa me preocupé por reservar para el día siguiente la excursión a este río subterráneo. Me habían dicho que la excursión está muy solicitada y hay que esperar varios días. No obstante al día siguiente probé y … ¡me dieron el permiso al momento! Viajé entonces en un minibús al puerto de Sabang. Allí organizaban las visitas agrupándote con otros turistas, la mayoría de los cuales eran filipinos, pues a ellos también les gusta viajar por su país. Me decían con orgullo que el río subterráneo de la isla de Palawan era la última frontera filipina.

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Antes de llevarnos a la entrada a la cueva por donde pasaba el río nos mostraron una cafetería donde podríamos comer o tomar bebidas. Rato más tarde me acoplaron a un grupo de turistas de Manila, nos colocaron a todos un casco más una chaqueta salvavidas. Había letreros donde advertían que estaba prohibido fumar en todo el territorio del Parque Nacional. Otro letrero informaba que la longitud de ese río subterráneo, el más largo del mundo de su naturaleza, medía más de 8 kilómetros. Había instrucciones a seguir, como no tocar las paredes y techos en el interior de la cueva, no alzar la voz, no asustar a los murciélagos, etc. Había numerosos monos por doquier, muchos de ellos eran ladrones y si te descuidabas te robaban comida, o el gorro, las gafas, un bolígrafo, el paquete de tabaco, o lo que llevaras en el bolsillo de la camisa.

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Cuando llegó la hora entramos por la cueva. Durante más de una hora el barquero nos paseó por el río subterráneo. Al parecer no navegamos más de 1 kilómetro. Proseguir más adelante estaba prohibido, aunque el barquero presumía de haberse introducido con su barca hasta 4 kilómetros más adentro. El barquero disponía de una linterna y nos iba alumbrando con ella los sitios más remarcables y los murciélagos, todo con ciertas dosis de humor, provocando la hilaridad. Tenía una gran imaginación pues a todos los rincones los había bautizado; a la sala más grande le llamaba «la catedral».

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Fue una excursión interesante y nada cara. Tras esa visita al río subterráneo viajé a la paradisíaca playa de El Nido.

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