Cuando tuve frente a mis ojos la primera cascada que vi en mi vida, supe que estaba asistiendo a una de las representaciones artísticas más espectaculares que pueda escenificar la naturaleza. ¿Os suena cursi? Lo es, no cabe duda. Pero el hecho de ver despeñarse incontables metros cúbicos de agua por un abismo sin fin, dispuestos a recomponer su compostura poco después en el intento de recobrar su rumbo tiene algo de daliniano. O al menos eso me pareció a mí, que desde entonces intento no perderme ninguna de estas maravillas naturales, aunque se crucen en mi camino con cuentagotas.

Lamentablemente o por suerte, pues eso me hace mantener la esperanza de verlas algún día, aún no he tenido ocasión de toparme con ninguna de esas cataratas que, a la manera de grandes obras de arte, son representadas una y otra vez sobre el lienzo natural que les sirve de soporte. Ni las cataratas Victoria, ni las de Iguazú, ni siquiera las de Niágara formarán parte de este artículo, aunque no descarto que lleguen a hacerlo algún día. En su lugar, os ofrezco esta lista de otras escenificaciones de vigor natural, que no tengo duda alguna de que ofrecen una belleza plástica que no desmerece en absoluto a las arriba mencionadas.

Sin más cursilerías y ningún preámbulo adicional, aquí tenéis mis cascadas favoritas entre las que he tenido ocasión de ver hasta ahora en mis ratos de vagabundeo por el mundo.

Trafalgar Falls (Dominica): Trafalgar Falls no es una única cascada sino que se trata de dos gemelas que se despeñan a escasos metros una de otra. La de la izquierda es conocida como Padre y tiene una caída de unos cuarenta metros, mientras que a la de la derecha se le llama Madre y se eleva hasta los veinticinco metros. Están rodeadas de espesa vegetación y llegar hasta su base puede ser una ardua tarea.

Kjosfossen (Noruega): Muy visitada, por estar situada junto a la famosa línea férrea de Flåm, Kjosfossen tiene una caída total de más de doscientos metros. De hecho, el ferrocarril cruza sobre su parte central y aún le queda buena parte de recorrido hasta el desfiladero donde desagua. Tanto como su belleza, impresiona el sonido del agua al precipitarse hacia el abismo en este lugar.

Akloa (Togo): En el habitualmente seco Togo, la cascada de Akloa aparece ante los ojos del visitante inserta en un oasis de verdor. Para llegar hasta ella hay que hacer una interesante ruta de senderismo, que lleva a través de plantaciones para internarse más adelante en la espesura. La cascada presenta una caída de casi cuarenta metros sobre una piscina natural donde es posible disfrutar de un refrescante baño.

Ramboda (Sri Lanka): Con más de cien metros de caída, la cascada de Ramboda es una de las más atractivas de Sri Lanka. Está situada en la meseta central del país, a una altitud de casi mil metros sobre el nivel del mar. Se divide en tres secciones, la más espectacular de las cuales es la superior, para acercarse a la cual hay que realizar un extenuante ascenso.

Sopo’aga (Samoa): Desplomándose de manera vertiginosa sobre una profunda garganta, la cascada Sopo’aga está situada en el interior de la exuberante isla samoana de Upolu. Cuenta con una caída de más de cincuenta metros y acercarse hasta ella es considerablemente dificultoso. Para admirarla, una buena opción es dirigirse hacia un mirador de fácil acceso, desde donde se obtiene una atractiva imagen del salto de agua.

Argyle Waterfalls (Trinidad y Tobago): También supera los cincuenta metros de caída Argyle Waterfalls, aunque en su caso está escalonada en tres niveles. Se trata de la cascada más alta de la isla de Tobago y la forma el río del mismo nombre en un descenso ya vertiginoso debido a la proximidad del océano. Es de destacar la belleza del entorno que la rodea.

Chorros del Mundo (España): Aunque la naturaleza española no destaca por la abundancia de cascadas que ofrece, es posible encontrar algunas muy atractivas. Una de ellas está situada en la provincia de Albacete y es conocida como Chorros del Mundo. La forma el río homónimo en su nacimiento, al surgir el agua con mucha fuerza en el interior de una cueva y desplomarse desde una altura de más de cien metros.

Mac-Mac Falls (Sudáfrica): El estado sudafricano de Mpumalanga ofrece al visitante cascadas de mucho interés. Un buen ejemplo es la denominada Mac-Mac Falls, así conocida por formarla el río del mismo nombre. Aunque la corriente de éste es única, se divide en dos al acercarse a una profunda garganta y forma dos cascadas gemelas que caen de forma dramática desde una altura aproximada de setenta metros.

Kuang Si (Laos): Ejemplo de cascada de travertino, Kuang Si también consta de tres niveles, con una caída de unos cincuenta metros en el principal. Se encuentra a una treintena de kilómetros de Luang Prabang, rodeada de un entorno boscoso. Las piscinas naturales que se forman en su base son una buena opción para refrescarse del sofocante calor húmedo tan habitual en el clima laosiano.

Barron Falls (Australia): Llamada Din Din por los aborígenes, Barron Falls es una impresionante cascada formada por cuatro saltos consecutivos que superan los ciento treinta metros en su totalidad. La crea el río Barron al precipitarse por el desfiladero del mismo nombre en el estado australiano de Queensland y, junto a su entorno circundante, está protegida bajo la denominación de Parque Nacional.

Concord Waterfalls (Granada): La exuberante isla caribeña de Granada esconde múltiples secretos. Uno de los mejor guardados es la cascada conocida como Concord Waterfalls que, en realidad no es una sino hasta tres diferentes. La primera de ellas tiene el mismo nombre que el grupo y no es difícil de alcanzar. Las dos restantes son conocidas como Au Coin y Fontainebleau, y para llegar hasta ellas se requiere un extenuante paseo por la foresta.

Velo de Novia (Portugal): Situada sobre la antigua carretera que une las localidades de Seixal y São Vicente, la cascada conocida como Véu da Noiva en portugués es una de las más atractivas en la isla de Madeira y seguramente en todo el país luso. La mejor visión se obtiene desde el mirador del mismo nombre, que permite apreciar una idílica imagen de la costa norte de la isla con la cascada desplomándose directamente sobre el mar.

Chebika (Túnez): ¿Considerabais imposible la existencia de cascadas en el desierto? Pues estabais muy equivocados. Algunos oasis de las estribaciones del Sáhara presentan una abundancia de agua tal que las cascadas no son extrañas en absoluto. Uno de los mejores ejemplos es la cascada de Chebika, localizada en el oasis tunecino del mismo nombre. Todo un anacronismo en un lugar inesperado.

Dark View Falls (San Vicente y las Granadinas): Como no podía ser menos, la paradisiaca isla de San Vicente no desmerece a sus vecinas y presenta diversos ejemplos de cascadas rodeadas de una exuberante vegetación. Quizás la más atractiva sea la denominada Dark View Falls, producida por la caída de un afluente del río Richmond sobre unos cuarenta metros aproximadamente. Para llegar hasta ella hay que cruzar un pequeño, aunque curioso, puente tibetano que proporciona cierto aura de aventura al entorno.

Skógafoss (Islandia): Los saltos de agua, de las más diversas características, que existen en Islandia son prácticamente incontables. Quizás el más academicista, el más perfecto, de todos ellos sea el denominado Skógafoss, que podría traducirse como cascada del bosque y cae desde unos sesenta metros al sur de la isla. Tras él existe una caverna que, de acuerdo con la leyenda, guarda un tesoro, aunque en mi opinión el auténtico tesoro es esta maravilla de la naturaleza en sí misma.