MunDandy

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Extremadura

Gente indomable

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Fernando María Peñaranda era una persona de armas tomar. Literalmente. De profesión militar, llegó a alcanzar el grado de comandante de las fuerzas realistas y, tras el fallecimiento de Fernando VII, optó por apoyar al pretendiente carlista en la década de los treinta del siglo XIX. Firme en sus ideas, no dudó en seguir al pretendiente D. Carlos hasta Gran Bretaña y Francia, sin importarle vivir en el destierro ni la pérdida de todos sus bienes. Retornado a Valencia de Alcántara, se mantuvo incólume cuando un tal Tejedor lo amenazó con un cuchillo en una disputa por unas viñas. Echando mano de su espada, resistió al agresor, no cejando en su empeño hasta que éste dio con sus huesos en la cárcel.

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Se tiene constancia del linaje Peñaranda desde comienzos del siglo XV. En aquellos años servía como gobernador mayor de Alcántara D. Ruy García de Peñaranda, quien consiguió apoderarse del castillo y la villa hoy sevillana de Pruna, entonces en manos de los moros. Ocurría esto en 1407 y el rey de Castilla, D. Juan II, quedó enormemente agradecido al comendador alcantarino, haciéndole merced de su aprecio. A finales de ese mismo siglo el linaje Peñaranda estaba asentado en la villa extremeña de Alburquerque, de donde, debido a diversas rencillas con el Consejo local, decidieron emigrar, estableciéndose extramuros de la población de Valencia de Alcántara, cerca de la entonces preeminente iglesia de Santiago.

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Tras ser destruido por los propios locales ese barrio extramuros con el fin de evitar una invasión portuguesa, los Peñaranda se dispersaron por el interior de la localidad, dejando su impronta en forma de blasones. Diversos ejemplos pueden verse en varios puntos de la población, destacando los existentes en las actuales calles Valverde, Santiago, Marqués de la Conquista, de las Monjas y Caballero. Este último presenta la particularidad de que el yelmo que lo corona no mira a su derecha, a la manera habitual en estos casos, sino a su izquierda. Posible prueba de la existencia de una oveja negra en esta casa solariega, considerada una de las primeras en las que se estableció la familia Peñaranda tras su autoexilio del barrio de Santiago.

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Si Fernando María Peñaranda nunca dejó que le comieran las lentejas, no le fue a la zaga Francisco Mata Peñaranda. Regidor perpetuo de Valencia de Alcántara, título asimismo otorgado a otros miembros de su familia, era conocida su animadversión por la familia Contreras, enemigos acérrimos de los suyos. Ante el intento del Peñaranda de colocar el escudo familiar en su vivienda de la actual calle de Santiago, el Contreras reaccionó ordenando a una suerte de mamporrero llamado Patiño que emprendiera acciones legales para evitarlo. No les sirvió de mucho. A pesar de controlar el Consejo y nombrar a Patiño procurador síndico general el día de Navidad de 1718, Francisco Mata Peñaranda y su hermano Alonso Peñaranda se salieron con la suya y el blasón allí sigue.

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El último varón de la rama primogénita de los Peñaranda de Valencia de Alcántara que portó en primer lugar este noble apellido se llamaba Diego. Residió junto a sus hermanas en una casa solariega situada en la calle de las Monjas, esquina con la calle de San Bartolomé, frente al antiguo convento de Santa Ana. Un blasón da fe de ello, como era de esperar. Diego Peñaranda no dejó descendencia masculina, aunque tuvo dos hijas, una de las cuales mantiene con dignidad la herencia de sus ancestros. Mamen Peñaranda es, pues, la última descendiente de tan noble linaje, a pesar de que reside fuera de Valencia de Alcántara desde hace décadas. Como lo hace la inmensa mayoría de su extensa familia, que, a pesar de no conservar el patronímico, no han perdido su condición de gente indomable.

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