Probablemente establecido en tiempos de Augusto, el de Mérida es uno de los circos romanos que mejor han resistido el paso del tiempo. Seguramente fue uno de los más grandes del Imperio, con sus cuatrocientos cuarenta metros de largo por unos ciento quince de ancho. Se estima que podía albergar a unos treinta mil espectadores, cifra elevadísima puesto que aproximadamente ése era el número de habitantes de Augusta Emerita en esa época. La superficie de la arena era de unos treinta mil metros cuadrados y se conserva parte de la spina, especie de plataforma alargada alrededor de la cual daban vueltas los carros usados en las competiciones. Fue abandonado posiblemente en el siglo VI y sus gradas sometidas a saqueo para reutilizarlas en otras construcciones, pero la planta ha llegado íntegra hasta nuestros días, hecho inusual en este tipo de edificaciones.