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Palaos

Hágase la luz

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A pesar de que la inmensa mayoría de los viajeros que llegan hasta Palaos lo hacen por cuestiones relacionadas con el buceo, no en vano sus fondos marinos están considerados uno de los puntos calientes para los aficionados a tal actividad, este estado micronesio resulta muy apetecible también desde el punto de vista antropológico. Poblado desde hace más de seis mil años, en muchas de los varios centenares de islas que lo componen se han encontrado restos de las civilizaciones que han pasado por ellas desde la Prehistoria hasta el siglo XX, cuando el país fue colonizado primero por japoneses y luego por estadounidenses tras los terribles acontecimientos acaecidos por entonces. Sin olvidar a españoles, portugueses y hasta alemanes, que también dejaron su huella de una manera u otra en su minúsculo territorio.

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Puesto que la isla de Babeldaob constituye en sí misma la mayor parte de la superficie de Palaos, no es de extrañar que haya sido allí donde se han localizado casi todos los restos arqueológicos descubiertos en el archipiélago. Entre ellos se encuentran las caras de piedra de Odalmelech, seis, o siete según algunas versiones, bloques basálticos que muestran unos rostros grabados en ellos, se diría que expresando una actitud de temor o incluso de amenaza. Los expertos creen que fueron tallados hace aproximadamente un milenio, al igual que la figura de Ngerbodel, situada ésta en la isla de Koror y la única de las halladas en el país que presenta una forma inequívocamente humana. Tanto una como las otras tuvieron una función todavía desconocida, aunque posiblemente relacionada con prácticas religiosas animistas por parte de sus creadores.

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Aseguran esos mismos estudiosos que los primeros pobladores de Palaos llegaron hasta allí desde las actuales Indonesia o Filipinas, en una franja de tiempo estimada entre los cuatro mil y los tres mil años anteriores a nuestra era. Los hallazgos demuestran que arribaron primero a las denominadas islas Chelbacheb y desde ellas se fueron extendiendo al resto del territorio palauano, en un proceso que pudo durar varios siglos. De diversas cuevas situadas en varias de esas islitas se han sacado a la luz restos de lo que parecen ser pigmeos, bastante similares a los denominados hobbit que habitaron la indonesia isla de Flores, aunque sin relación genética con ellos. Todo hace suponer que estos humanos bajitos de procedencia desconocida colonizaron estas islas y se extinguieron en ellas, dejando tras de sí un halo de misterio sobre su origen y su forma de vida.

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Precisamente ese velo invisible que cubre la procedencia y la función de los restos arqueológicos descubiertos en Palaos es el denominador común que tienen casi todos ellos, independientemente de su emplazamiento. En el estado de Ngarchelong, situado al norte de la isla de Babeldaob, se encuentra el paradigma del desconocimiento sobre la cultura de los antiguos pobladores palauanos. Rodeados por un entorno exuberante y sobre una elevación del terreno con buenas vistas hacia la inmensidad del océano se alinean cerca de cuarenta monolitos de basalto, que los expertos datan aproximadamente en el siglo I. Su funcionalidad es toda una incógnita, aunque un puñado de ellos ofrecen en su superficie datos como una serie de grabados que asemejan ser rostros, bastante desgastados por el paso del tiempo y la acción de los elementos.

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La tradición oral micronesia, rica e imaginativa como pocas, explica el sentido de estos monolitos de Badrulchau de una manera peculiar. Parece ser que ocho dioses estaban construyendo en aquel lugar un bai gigantesco, con capacidad para albergar a varios miles de personas. El más poderoso de ellos, Uchel Kebesadel, había estado practicando sus poderes celestiales, logrando así crear un gallo a partir de las fibras de un coco. Enfadado porque no había sido invitado al almuerzo, un dios menor de nombre Techadrengel escuchó al gallo cantar varias veces, hasta que la séptima ocasión en que lo hacía dio vida al Sol que había estado tallando previamente. Puesto que los dioses estaban acostumbrados a trabajar en la más completa oscuridad, no pudieron continuar haciéndolo y el bai de Badrulchau quedó para siempre en ese estado inconcluso que presenta en la actualidad.

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