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Reflexiones

Soñar no cuesta nada: Oceanía

Ayers_Rock
Crédito: Paolo Rosa

Pasa el tiempo, imparable en su devenir. Y lo hace de una forma cada vez más rápida, sin opciones de ser ralentizado y mucho menos detenido, sin dar tregua. Si no existe ya, debería hacerse un estudio sobre la percepción del paso del tiempo en relación con las etapas de la vida humana. Todos los que hemos alcanzado cierta edad nos hemos dado cuenta de que, conforme nuestra trayectoria vital avanza, ese reloj interno que todos tenemos incrementa su frecuencia. Más que correr, el tiempo parece volar y lo hace de una manera implacable, como si se tratase de una cuenta atrás intentando llegar a su fin del modo más veloz posible.

Pero no es sobre el tiempo acerca de lo que quería hablar hoy, a pesar de que la relación entre éste y los sueños es en cierto modo directa. Soñar despierto es algo que puede ocurrir en todas las etapas de la vida humana, aunque es cada vez menos factible conforme la trayectoria vital de una persona avanza. Con el paso de los años tendemos a hacernos más realistas, menos soñadores, a descartar quimeras y centrarnos en nuestro día a día de una forma más práctica. Nuestros sueños frecuentemente se hacen más sutiles, empiezan a difuminarse y la mayoría de ellos corren un serio riesgo de volatilizarse. La realidad, dura muchas veces, se impone y fija nuestra imaginación a la tierra, generalmente de una manera en la que no hay escape posible y echarse a volar de nuevo resulta muy complicado.

Sin embargo, no me resisto a poner por escrito mi ración de sueños correspondiente a este 19 de mayo de 2021. Casi con toda seguridad, será la última vez que lo haga y si en ocasiones anteriores me he referido a lugares que soñaba visitar en España, en Europa, en Asia, en América y en África, esta vez le toca el turno a Oceanía. Al ser el continente más lejano, las probabilidades de hacerlos reales tienden a ser nulas y soy consciente de que resulta casi imposible que pueda cumplir alguno de ellos. Aun así, aquí tenéis algunos lugares que me encantaría conocer en Oceanía, continente del que he tenido ocasión de visitar siete de sus catorce estados hasta la fecha.

Tongariro (Nueva Zelanda): Nueva Zelanda es mi gran asignatura pendiente en Oceanía y una de las mayores que tengo a nivel mundial. El conocido como Tongariro es un volcán situado en la Isla Norte, que cuenta con aproximadamente una docena de cráteres, algunos de ellos activos. A pesar de mi aversión a la altura, a diferencia de los locales, me encantaría subir hasta el denominado Cráter Rojo, en cuyo interior se encuentran dos atractivos lagos de una característica tonalidad esmeralda.

Islas Phoenix (Kiribati): Kiribati es un curioso país formado por treinta y dos atolones dispersos por los cuatro hemisferios, más una isla aislada llamada Banaba. Con una superficie apenas algo superior a los ochocientos kilómetros cuadrados se extiende por un territorio similar al de Europa al completo. Bucear en las denominadas Islas Phoenix, una de las zonas marinas protegidas más grandes del mundo, debe ser una delicia.

Atolón Bikini (Islas Marshall): Algo al noroeste se encuentra el atolón Bikini, famoso tanto por dar nombre a una famosa prenda femenina de baño como porque en él tuvieron lugar pruebas nucleares llevadas a cabo por los estadounidenses a mediados del siglo XX. Aunque la radioactividad sigue siendo elevada, actualmente es posible visitarlo e incluso tiene una población estable de alrededor de diez personas.

Nauru (Nauru): Nauru es una isla perdida que forma un estado por sí misma. Forma parte de Micronesia y se independizó de Australia hace algo más de cincuenta años. No destaca ni por su patrimonio ni por su naturaleza, que se ha visto afectada por la sobreexplotación realizada para extraer los abundantes fosfatos presentes en el suelo isleño. Sin embargo, su unicidad la convierte en irremediablemente atractiva para mí.

Niulakita (Tuvalu): No menos perdido que Nauru se halla el estado de Tuvalu, que en su caso forma parte de Polinesia. Y entre las tres islas y seis atolones que lo componen, destaca por su aislamiento la denominada Niulakita, situada en el punto más al sur del país. Tanto, que entre los marinos solía ser conocida como la solitaria. No llega al medio kilómetro cuadrado de extensión y actualmente cuenta con unos treinta habitantes, que, entre otras facilidades, carecen de conexión a internet. Un paraíso, vamos.

Lelepa (Vanuatu): Apenas otro islote, Lelepa pertenece al estado de Vanuatu, situado ya en Melanesia. Mide algo más de un kilómetro cuadrado y medio y cuenta con una población de unos quinientos habitantes. A pesar de estar situado en las inmediaciones de Efate, isla donde se encuentra Port Vila, capital del país, pasaría completamente desapercibido si no fuera por una cueva. Conocida como Fels, sus muros están cubiertos por una serie de pinturas rupestres realizadas por la cultura Lapita hace unos tres mil años y se cree que en ella fue enterrado Roi Mata, legendario caudillo local en el siglo XVI.

Valle de Kuk (Papúa Nueva Guinea): No cabe duda de que Papúa Nueva Guinea tiene mucho que ver y resulta difícil elegir tan solo un sitio. El valle de Kuk quizás no resulte llamativo para la mayoría, pero a mí me atraería estar en un lugar con tanta historia como ése. Diversos estudios han puesto de manifiesto que su terreno comenzó a ser cultivado hace unos diez mil años y se conservan vestigios que demuestran el aprovechamiento agrícola de estas tierras hace unos seis milenios y medio. Casi nada.

Rapa Nui (Chile): A diferencia de la mayoría de los sitios anteriores, Rapa Nui, más conocida como Isla de Pascua, es mundialmente renombrada. La razón fundamental está en unas misteriosas figuras, a las que se denomina moai, dejadas allí por los habitantes originales de la isla entre los siglos VI y XVI. Existen más de novecientas, distribuidas por todo su territorio, y unas pocas se encuentran fuera de ella, como una que tuve ocasión de ver en Viña del Mar.

Uluru (Australia): Auténtico icono local, la también llamada Ayers Rock es una roca arenisca que se eleva unos trescientos cincuenta metros sobre el suelo en el centro de Australia. Considerada sagrada por los aborígenes Pitjantjatjara, desde hace un par de años se ha prohibido escalarla para respetar sus deseos. Me conformaría con verla desde abajo, de todas formas.

Bora Bora (Francia): Uno de mis sueños infantiles por excelencia, Bora Bora es una isla-atolón, con una montaña de algo más de setecientos metros en el centro rodeada por una laguna y una barrera de arrecife. En el interior de la laguna y formando parte del arrecife se sitúan diversos islotes, localmente conocidos como motu, que dan aún más plasticidad al conjunto. Su superficie total es de unos treinta y nueve kilómetros cuadrados y cuenta con unos diez mil habitantes. Por desgracia, mucho me temo que esta vez el dramaturgo que escribió aquello de y los sueños, sueños son estaba completamente en lo cierto.

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