MunDandy

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Samoa

Empieza el espectáculo

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La palabra fiafia tiene en Samoa varios significados, frecuentemente relacionados con situaciones que predisponen a la felicidad del individuo. En el pasado se usaba este término para referirse a diversos tipos de celebraciones tradicionales en los pueblos samoanos, que solían estar estructuradas en torno a una serie de ceremonias ejecutadas de forma ritual. Con el paso del tiempo el mismo vocablo se fue adaptando a cualquier manifestación festiva, destacando aquellas donde los participantes daban rienda suelta a sus aficiones favoritas, generalmente la danza y la comida. Y en la actualidad se denomina así a espectáculos de tipo folclórico, por lo general acompañados de degustación de manjares, que se llevan a cabo en el país por diferentes motivos.

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El hotel Aggie Grey’s es seguramente el más conocido en Samoa y una muy buena opción para alojarse en Apia, la capital del estado. Fundado en los años treinta del siglo pasado por la hija de un estadounidense, amigo del escritor Robert L. Stevenson, y una samoana, se convirtió en el centro de reunión de los marines destacados en estas islas durante la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente adquirió una merecida fama y sus bungalows alojaron a visitantes ilustres como Gary Cooper, Marlon Brando o James Michener, que allí escribió parte de sus Historias del Pacífico Sur. Aunque ha sufrido reformas a lo largo de su ya larga existencia, sigue manteniendo un atractivo aire decadente que retrotrae a tiempos pasados, cuando este país tan peculiar parecía estar incluso más lejos que en la actualidad.

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La legendaria hospitalidad de los empleados del Aggie Grey’s no desmerece el alto concepto que de esta virtud se tiene en toda Samoa. Sus trabajadores responden siempre con amabilidad a los requisitos del huésped, mostrando con frecuencia una imborrable sonrisa similar a la que ilumina los rostros de las bailarinas samoanas cuando se prestan a comenzar su exhibición. Constituye la danza un aspecto vital en la tradición de este país, no en vano ha conseguido mantenerse libre de influencias extranjeras a lo largo del tiempo. Bailes seculares como el siva, ejecutado por una única bailarina, el taualunga, en el que participa una mujer junto a varios hombres, o el sasa, realizado por un grupo de hombres y mujeres, transmiten una historia que se ha mantenido inalterable con el paso de los siglos.

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Al contrario que la danza, la música samoana sí se ha visto afectada por influencias externas, como la introducción de utensilios que hasta hace no demasiadas décadas eran ajenos a ella. Los clásicos tambores de madera, a los que se conoce como lali y que todavía interrumpen el silencio de la noche en las aldeas remotas, se acompañan frecuentemente de instrumentos de cuerda como la guitarra en la actualidad. A pesar de todo, el samoano siempre muestra una buena predisposición hacia la música, y el mismo Stevenson llegó a afirmar que los nativos siempre tienen dispuesta una canción para cualquier momento. En ciertas ocasiones éstas van acompañadas de una especie de palmadas, como las usadas en el sasa junto a movimientos acompasados de los intérpretes.

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Cada jueves, a la caída de la tarde, empieza el espectáculo junto a la piscina del Aggie Grey’s. Músicos vestidos con atuendos tradicionales golpean rítmicamente sus lali, creando el ambiente apropiado para el baile. Hermosas bailarinas de rostro aceitunado cimbrean sus cuerpos cubiertos con coloridos lava lava, moviendo sutilmente los collares compuestos por perfumadas teuila que llevan en el cuello. Sobre algunas mesas se disponen numerosas viandas a la espera de que los solistas finalicen su trabajo. Ya es noche cerrada cuando unos jóvenes, algunos de ellos casi niños, ejecutan la denominada danza del fuego, basada en un baile muy antiguo llamado ailao que tradicionalmente era ejecutado con un cuchillo y se le añadieron antorchas con posterioridad. Y es entonces, mientras observo las llamas moviéndose vertiginosamente al compás del ritmo machacón de los lali e iluminando el oscuro cielo de Apia, cuando me doy cuenta de que el alma de Samoa me ha atrapado irremisiblemente y no va a dejarme escapar.

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