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Rumanía

Frágiles como el diamante

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Entre las regiones tradicionales de Rumanía, posiblemente sea Maramureş la más dotada de una idiosincrasia propia. Su innegable autenticidad le viene mayoritariamente otorgada por el considerable aislamiento vivido por sus habitantes a lo largo de los siglos, debido tanto a una climatología en cierto modo hostil como a la barrera que suponen los Cárpatos frente al resto del país dacio. Ambos factores han influido decisivamente en las tradiciones locales y en diversos aspectos más, incluyendo los arquitectónicos. Buena prueba de ello la constituyen las características iglesias de madera distribuidas por toda la zona, generalmente situadas en poblaciones de pequeño tamaño y acceso remoto.

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Construidas en su mayor parte durante los siglos XVII y XVIII, las localmente denominadas biserici de lemn de Maramureş presentan peculiaridades que no suelen darse en el resto de las iglesias de madera rumanas. Al parecer, fueron creadas como respuesta a la prohibición que las autoridades católicas del Imperio austrohúngaro, al que entonces pertenecía la región, hicieron a la edificación de templos ortodoxos en piedra. Con ello, ayudaron a que los artesanos locales pusieran en práctica sus amplios conocimientos, sucesivamente desarrollados en otro tipo de construcciones, y el número de iglesias que se ajustaban a las nuevas normas pronto comenzó a crecer, hasta llegar a alcanzar varios centenares en un territorio que no llega a diez mil kilómetros cuadrados.

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Con el paso del tiempo, la tendencia fue invirtiéndose y su número comenzó a descender casi en picado a causa de la extraordinaria fragilidad de estas construcciones. Incendios, la acción de los elementos y el régimen prosoviético que asoló Rumanía durante más de medio siglo fueron los responsables de que a finales del siglo XX el total de iglesias de madera no llegara al centenar en Maramureş. Con la caída de la dictadura comunista en la penúltima década del mencionado siglo, nuevos templos están siendo edificados de acuerdo con las técnicas tradicionales y la curva ha vuelto a ser ascendente de nuevo.

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Un total de ocho de estas iglesias fueron protegidas hace unos años por la UNESCO bajo la figura de Patrimonio Mundial. Están situadas respectivamente en las localidades de Deseşti, Budeşti, Plopiș, Şurdeşti, Rogoz, Ieud, Poienile Izei y Bârsana. Todas ellas comparten características comunes como su escaso espacio interior, las coloridas pinturas murales que cubren las paredes de éste, el colosal tejado que las cubre y la estilizada torre que las remata. En algunos casos, como el de la iglesia de los Santos Arcángeles de Şurdeşti, ésta llega a superar los setenta metros de altura que convierten a este templo en la construcción de madera más alta de Europa.

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La valía de estas frágiles edificaciones hace tiempo que trascendió las fronteras de Maramureş y se extendió por toda Rumanía. Hace más de ochenta años se procedió al traslado de la iglesia de la Ascensión desde su primitivo emplazamiento en la localidad de Dragomirești hasta el denominado Muzeul Satului en Bucarest. Construido a comienzos del siglo XVIII, este templo de forma rectangular, alargado hacia su lado este y coronado por una torre de treinta y cinco metros responde a la estructura habitual en su zona de origen. De igual manera, su interior está dividido a partir de la entrada en porche, narthex, nave y altar, reservados los tres últimos a las mujeres, los hombres y el sacerdote respectivamente. En su emplazamiento original se levanta ahora una nueva y atractiva biserică de lemn, aunque apostaría a que no ha logrado sustituir del todo a su predecesora.

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