Según afirman los expertos, la palabra española palacio proviene del término latino palatium, que a su vez deriva de Palatinus Mons, expresión con la que los romanos se referían al Monte Palatino, una de las siete colinas sobre las que en esa época se ubicaba la ciudad de Roma. Al parecer, los emperadores romanos tenían la sana costumbre de situar su residencia en esa zona, de ahí que, a partir de entonces, las viviendas de reyes, nobles y otros prebostes empezaran a ser conocidas con tal denominación. Esta tradición se ha mantenido hasta la actualidad, como lo confirma el hecho de que las capas altas de la sociedad sigan construyendo o adquiriendo propiedades de un tamaño desmesurado, en el vano intento de establecer diferencias con la gente de a pie.
No existen unos estándares sobre las dimensiones que un palacio debe tener ni sobre la cantidad de elementos lujosos que debe albergar, así que la designación de una edificación como tal es un tanto sui generis. Más que por estas características, la calificación de palacio tiene que ver con el estatus social de sus propietarios. Dependiendo de éste y de la actividad a la que se dedique sería lícito establecer ciertas categorías, aunque todas ellas se acojan a la misma denominación. No obstante, existen también palabras como mansión o palacete, que aluden a residencias donde prima el lujo pero de dimensiones más reducidas que un palacio. Sin olvidar el socorrido casoplón, término muy en boga en la actualidad.
Hace unos años listábamos algunos de nuestros palacios favoritos en esta entrada, aunque ciñéndonos en exclusiva a los pertenecientes a la realeza. Nos disponemos a hacer ahora lo propio con el resto, ordenándolos de manera cronológica con el fin de que se puedan apreciar mejor las diferencias.
Casa del Mitreo (Mérida, España): Como hemos indicado con anterioridad, los palacios fueron habituales durante la época romana. No eran propiedad exclusiva de los emperadores, sino que personajes ilustres como pretores, cónsules, prefectos o senadores los encargaban para el disfrute de sus familias. La emeritense Casa del Mitreo data de finales del siglo I o comienzos del siglo II y debió pertenecer a una familia adinerada. Mantiene un aceptable estado de conservación y ofrece muestras de su exuberante decoración en forma de mosaicos.
Qasr Hisham (Gobernación de Jericó, Palestina): Los restos de Qasr Hisham se localizan a las afueras de la población palestina de Jericó. Fue construido por encargo de Walid ibn Yazid, sobrino de un califa omeya de mediados del siglo VIII, a imagen de las villas romanas. Sobresale su cuidada ornamentación a base de mosaicos y estuco. Además del considerable espacio dedicado a la vivienda, el recinto incluía facilidades como termas, jardines, fuentes y hasta una mezquita.
Palacio Arzobispal (Alcalá de Henares, España): Viajamos hasta la histórica ciudad de Alcalá de Henares a comienzos del siglo XIII. Fue entonces cuando se construyó el llamado Palacio Arzobispal, cuya función era la de servir como residencia temporal para el arzobispo de la archidiócesis de Toledo. De la importancia de esta edificación en aquellos tiempos da idea el hecho de que Isabel la Católica dio a luz a su primogénita, Catalina de Aragón, en sus instalaciones.
Palacio Ducal (Mantua, Italia): Un miembro de la poderosa familia Gonzaga encargó el Palacio Ducal de Mantua allá por el siglo XIV. Está compuesto por una serie de edificaciones entre las cuales la más representativa es la denominada Palacio del Capitán, cuya fachada es todo un símbolo en esta ciudad lombarda. El complejo sirvió como residencia de los gobernadores de la localidad hasta el siglo XVIII.
Palacio de Jabalquinto (Baeza, España): El palacio de Jabalquinto debe su nombre al dueño del marquesado homónimo, quien ordenó su construcción durante la segunda mitad del siglo XV. Sobresale su espectacular fachada renacentista, obra de Juan Guas, quien proporcionó al edificio su actual imagen renacentista durante una remodelación ejercida con posterioridad. A destacar también su magnífico patio de doble arcada.
Palacio de los Golfines de Abajo (Cáceres, España): La ciudad de Cáceres debía de ser un hervidero de palacios a comienzos del siglo XVI. Entre los que han llegado hasta nuestros días destaca sobremanera el palacio de los Golfines de Abajo, cuya función era la de servir como casa solariega para una familia noble de origen flamenco. No se libró del desmoche ordenado por Isabel la Católica, por lo que su torre tiene actualmente una altura muy inferior a la original.
Palacio Doria-Tursi (Génova, Italia): Si la acumulación de palacios era evidente en Cáceres a lo largo del siglo XVI, no lo fue menos en Génova a partir de la segunda mitad de ese mismo siglo. Quizás el mejor ejemplo sea el extraordinario Palacio Doria-Tursi, hecho construir por el noble Niccolò Grimaldi. Sobresale su patio central, cuyo diseño innovador sirvió como ejemplo para otras edificaciones similares realizadas con posterioridad.
Palacio Bahia (Marrakech, Marruecos): Cambiamos de época, de continente y de estilo arquitectónico, llegando hasta la Marrakech de la segunda mitad del siglo XIX. El suntuoso Palacio Bahia fue diseñado como signo de ostentación por parte del gran visir Si Musa. Unas décadas más tarde su hijo Si Ba Ahmed ibn Musa, que ocupaba la misma posición, lo amplió con la intención de convertirlo en el palacio más grande de la época. El resultado es una edificación en la que predomina el lujo, como puede apreciarse en el espléndido Patio de Honor.
Crédito: Yuriy Klymenko
Residencia del Metropolitano (Chernivtsi, Ucrania): Fue el arquitecto checo Josef Hlávka el autor de la denominada Residencia de los Metropolitanos de Bucovina y Dalmacia en la segunda mitad del siglo XIX. Se conoce como tales a los popes de la Iglesia ortodoxa local y el complejo les servía como residencia, a la vez que incluía seminario, iglesia y monasterio. Actualmente, las tres edificaciones que alberga forman parte de la Universidad de Chernivtsi.
Quinta da Regaleira (Sintra, Portugal): No abandonamos el siglo XIX, puesto que fue en la última década de ese siglo cuando el millonario Carvalho Monteiro compró la conocida como Quinta da Regaleira a los barones homónimos. Con la ayuda del arquitecto Luigi Mannini, adaptó el edificio y los jardines a sus gustos gnósticos y esotéricos. La consecuencia fue una edificación construida mayoritariamente en estilo neomanuelino, donde el simbolismo está a la orden del día y que conviene visitar despacio porque las sorpresas saltan a cada paso.
