MunDandy

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Extremadura Portugal

Digno de verse

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Nacido en el lado lusitano de la Sierra de São Mamede, el río Sever toma dirección norte tras atravesar el embalse de Apartadura. Así se mantiene hasta llegar al lugar conocido como Portagem, donde vira bruscamente hacia el este y se encamina hacia el territorio español. Alcanza éste cerca de la población de Santo António das Areias, aunque nunca llega a penetrar del todo en España y se mantiene como frontera entre los dos estados durante cerca de cincuenta kilómetros. En ellos incrementa su caudal gracias al aporte de diversos arroyos y regatos, entre los que hay que mencionar la denominada Ribeira do Lobo en su vertiente lusitana y el río Alburrel en la española. Cerca de la población de Cedillo, justo en el punto situado más al oeste de Extremadura, pone fin a un recorrido de sesenta y tres kilómetros al desvanecerse en las aguas del río Tajo.

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Quizás debido a su escasa entidad, el Sever destaca por sus valores naturales y medioambientales. Densos bosques de ribera jalonan sus orillas, que muestran un aspecto impoluto y extraordinariamente bien preservado. Prácticamente todo el tramo en el que ejerce como frontera está protegido bajo la figura de Parque Natural del Tajo Internacional, que a su vez se integra en la más amplia Reserva de la Biosfera Tejo/Tajo Internacional. A los ojos del visitante no les resulta extraño, por consiguiente, que ambas orillas del río hayan resultado atractivas para el ser humano desde tiempos inmemoriales. Lo prueban diversos asentamientos, de los que en la vertiente española quedan trazas en forma de dólmenes como los apodados Tapada del Anta, Huerta de las Monjas, Changarrilla, Fragoso o Caballo, todos ellos integrantes del conjunto dolménico de Valencia de Alcántara.

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No se queda atrás la orilla lusitana del río. Sobre la cima de una colina que domina el flujo de agua se ubica el conocido como Castro da Crença, asentamiento que los estudiosos sitúan en la Edad del Bronce. Los restos de megalitismo son incluso más numerosos que los existentes en el lado español e incluyen menhires como el de Água da Cuba y el de Pombais, a la vez que dólmenes como el de Cabeçuda, Vale da Figueira, Granja, Cavalinha, Enxeira dos Vidais y el extraordinario Lage dos Frades. No cabe duda de que en aquella época prehistórica toda esta zona estaba en ebullición, quizás en plena explosión demográfica.

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Pasó el tiempo y el interés que despertaba el río Sever entre los seres humanos no disminuyó un ápice. En su orilla se desarrolló Ammaia, ciudad romana fundada en tiempos de Augusto, así como diversas villas de las que se han encontrado vestigios. En tiempos medievales se edificó sobre él un puente, que aún perdura, donde había que pagar un peaje para acceder al castillo de Marvão, originando así la población hoy día denominada Portagem. Más adelante se construyeron numerosos molinos que usaban su caudal para moler el grano, llegando a coexistir una docena a la vez. Incluso llegó a existir una central hidroeléctrica, actualmente en desuso, en el lugar conocido como El Batán.

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Afirma una vieja leyenda que el nombre del río proviene de la expresión portuguesa digno de se ver, frase que alguien ilustre pronunció al asombrarse ante la belleza del entorno circundante. Particularmente me inclino por la teoría de que esté relacionado con el término Severn, denominación de un río británico con el que comparte ciertas similitudes y que proviene de una palabra que se traduciría como junco. Sea como fuere y a pesar de la despoblación vivida en sus orillas a partir de la década de los sesenta del siglo XX, o quizás debido a ello, cualquier visitante ocasional coincidirá conmigo en que el Sever es un río digno de verse.

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