Confieso que la creación artística nunca ha sido lo mío. Ya desde niño sentía auténtico pavor ante palabras como dibujo o manualidades, de las que intentaba escabullirme tan pronto como fuera posible. No mejoró la cosa durante mis años de estudiante, en los cuales acumulé un suspenso tras otro en tan odiadas materias. Tampoco más adelante, cuando, al contrario que todos mis compañeros, debía apañármelas para proponer un diseño sin la ayuda de la tiza, tan solo confiando en mis habilidades oratorias. Que, dicho sea de paso, tampoco han sido nunca excesivas.

Seguramente debido a ello, desde siempre he sentido una admiración auténtica por los artistas. Palabra continuamente desvirtuada en los tiempos que corren, cuando a cualquier folclórica o grafitero de medio pelo se le considera como tal. Pero pintores, músicos, escultores, actores de teatro y escritores de verdad tienen ganado mi respeto desde el momento en que interpreto sus obras. Quizás algo menos los últimos, porque si hay una manifestación artística que no me sea desconocida y no me aterrorice la simple mención a ella ésa es la escritura.

Decía Leonardo da Vinci que el arquitecto debe dominar todos los conocimientos científicos y artísticos de su época. No voy a ser yo quien contradiga al genio renacentista, por supuesto. Por consiguiente, y en un nuevo reto con el gran viajero Jordi Martínez Baylach, aquí os desvelo cronológicamente los nombres de algunos de los arquitectos a quienes tengo en mayor consideración, indicando las obras suyas que más me han impactado.

Imhotep: En la imagen de arriba, mi hijo mayor parece estar aplaudiendo al autor de la Pirámide de Zoser, que se vislumbra detrás. Y no es para menos. Imhotep fue un sabio egipcio que vivió hace más de cuatro milenios y medio y está considerado el primer arquitecto de la Historia. Capacidad innovadora no le faltaba, puesto que la pirámide antes mencionada fue la primera que puede considerarse como tal y el espejo en el que se reflejaron todas las que vinieron después.

Mnesicles: Tuvieron que pasar más de dos mil años para que surgiera un innovador a la altura del gran arquitecto egipcio. El elegido por los dioses respondía por Mnesicles y fue autor de diversas construcciones en la Acrópolis ateniense ideada por Pericles. Pero si hubo una de ellas que destacara sobre las demás y en la que sacó a la luz toda su capacidad creativa, ésa fue sin duda el templo de orden jónico conocido como Erecteion.

Crédito: Fczarnowski

Apolodoro de Damasco: Grandes arquitectos ha habido muchos. De la relevancia de Apolodoro de Damasco, prácticamente ninguno. Servidor de los emperadores Trajano y Adriano, sus obras se encuentran dispersas por diversos puntos de la ciudad de Roma y sus provincias, llegando incluso al oeste de Hispania. ¿Queréis innovación? Pues probad con el Panteón, cuya cúpula sirvió de modelo para varias de las obras más grandes de la arquitectura mundial que se erigieron más adelante.

Gaius Julius Lacer: Sabemos muy poco de este arquitecto, pero es suficiente. Coetáneo de Apolodoro, es incluso posible que ambos coincidieran en tiempo y lugar realizando dos de sus obras. Mientras que el damasceno diseñaba el magnífico puente de Alconétar sobre el río Tajo en las inmediaciones de la población extremeña de Garrovillas, a unas pocas decenas de kilómetros hacia el oeste Lacer dejaba para la posteridad una obra irrepetible: el extraordinario Puente de Alcántara.

Antemio de Tralles: Antemio fue un renacentista adelantado aproximadamente un milenio en el tiempo. Ingeniero, físico, matemático, escultor y, sobre todo, arquitecto, dejó escritos diversos tratados sobre estas materias. Algunos de sus conocimientos, especialmente los relacionados con las dimensiones de las elipses, le fueron de mucha utilidad en el diseño de la cúpula de Santa Sofía, cuyas obras dirigió con el inestimable apoyo de su colaborador Isidoro de Mileto.

Juan de Castillo: ¿Cómo? ¿Qué no habéis oído hablar de Juan de Castillo? Pues es uno de los arquitectos más grandes que ha dado la humanidad sin duda alguna. Cántabro reconvertido en lusitano, participó en diversas obras grandiosas en su país de adopción. Aunque les tengo un gran aprecio a varias de ellas, mi favorita es el lisboeta Monasterio de los Jerónimos, para el cual construyó el claustro y las magníficas columnas que soportan la no menos extraordinaria bóveda.

Michelangelo Buonarroti: La sola mención a Miguel Ángel ya me produce un enorme respeto. Sin entrar en esa discusión bizantina sobre si fue mejor escultor, pintor o arquitecto, pues demostró su buen hacer en todas estas manifestaciones artísticas, nadie puede discutir que se trata de un genio auténtico. Apuesto a que si en aquellos tiempos hubiera existido el fútbol, habría sido un jugador destacado también. Como arquitecto, la obra que me causa mayor admiración es el diseño de la imponente cúpula de la Basílica de San Pedro.

Crédito: Klackalica

Mimar Sinan: Sinan fue un trabajador nato. Se dice que vivió noventa y ocho años y que pasó la mayor parte de ellos trabajando. Le dio tiempo, por consiguiente, a dejar su huella en unas trescientas obras, en las que aplicó el concepto de arquitectura otomana de manera destacada. Lástima que solo haya tenido ocasión de ver alguna de ellas, generalmente en Estambul. Sin embrago, mi preferida es el fantástico Puente de Mehmed Paša Sokolović, que construyó en la población hoy bosnia de Višegrad.

Rodrigo Gil de Hontañón: Hijo de otro gran arquitecto, como lo fue Juan Gil de Hontañón, Rodrigo superó a su padre con excelentes obras de transición entre el gótico y el Renacimiento. Al igual que Juan de Castillo, procedía de la Trasmiera cántabra, aunque había nacido en Rascafría cuando su padre efectuaba diversos trabajos por la actual provincia de Segovia. Entre sus muchas obras destacaría la espectacular fachada del Colegio Mayor de San Ildefonso en Alcalá de Henares.

Andrea Palladio: No tengo ningún problema en admitir que mi admiración por Palladio no tiene límites. Aunque nacido en Padua, concentró su obra en la preciosa ciudad de Vicenza, aparte de otros encargos que realizó en la entonces República de Venecia, incluida su capital. Quienquiera que dé una vuelta por Vicenza con los ojos bien abiertos se topará inexcusablemente con varias de sus obras. Mi favorita es, sin duda, la simpar Basilica Palladiana.

Bartolomeo Rastrelli: Podría seguir mencionando arquitectos del Renacimiento, sin duda una de las etapas más creativas en la historia de la humanidad. Pero mejor avanzar un poco en el tiempo. Parece una paradoja que el arquitecto que mejor representó los ideales del Barroco ruso fuera italiano, pero así es. Bartolomeo Rastrelli nació en Florencia, aunque desarrolló prácticamente toda su carrera mucho más al este. Dejó para la posteridad innumerables obras, pero la más grandiosa no es otra que el alabado Palacio de Invierno de San Petersburgo.

Antoni Gaudí: Dando otro salto temporal llegaremos al modernismo, también denominado Jugendstil, Sezession, Floreale o Art Nouveau dependiendo de donde nos encontremos. Pocos dudan de que el arquitecto más representativo de este estilo, inspirado por la naturaleza y caracterizado por el uso del acero, el cristal y la cerámica, lo fuera el catalán Antoni Gaudí. Su imaginación se puso de manifiesto en numerosas obras, pero si hay una que lo marcó de por vida, ésa fue la Sagrada Familia.

Friedensreich Hundertwasser: Las tendencias artísticas surgidas en la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX fueron casi incontables. Incluso muchos autores iban por libre, como fue el caso del austriaco Friedrich Stowasser, más conocido por su alias Friedensreich Hundertwasser. Pintor, escultor y arquitecto, dejó un inestimable legado compuesto por una treintena de obras arquitectónicas, siempre caracterizadas por el color, las líneas curvas y, especialmente, la imaginación. Mi preferida es la Hundertwasserhaus, construida en Viena en la década de los setenta del siglo XX.

Frank O. Gehry: El canadiense Frank Owen Gehry responde a la perfección al arquetipo, nunca mejor dicho, de arquitecto innovador que tanto me atrae. Tanto en el diseño, siempre muy personal, como en los materiales que utiliza, entre los que sobresale el titanio, marca la tendencia hacia la que debería evolucionar la arquitectura en el futuro. Si no estáis de acuerdo, siempre podéis acercaros a Bilbao para ver el Guggenheim y seguro que cambiáis de opinión.

Podéis ver los catorce arquitectos elegidos por Jordi aquí.