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Extremadura

Los lazos que nos atan

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«The ties that bind
Now you can’t break the ties that bind» (Bruce Springsteen)

Sostienen los geólogos que Valencia de Alcántara se asienta sobre un batolito granítico formado por una proliferación de magma producido durante un periodo de orogénesis. Líbreme Dios o la naturaleza de contradecirles, pero, en mi supina ignorancia sobre el tema, me atrevería a afirmar que la extensión de granito en el término municipal de esta localidad cacereña no llega a los cien kilómetros cuadrados requeridos para considerar un territorio como tal. Sea como fuere, nada más lejos de mi intención que entrar en disquisiciones filosóficas o territoriales y si los expertos aseguran que batolito es, batolito será.

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Numerosas manifestaciones del mencionado batolito se expresan en buena parte del término municipal de Valencia de Alcántara. Seguramente la más destacada sea la denominada Berrocal de Las Datas, valioso espacio natural situado en las inmediaciones de La Aceña de la Borrega. Tiene una extensión aproximada de un tercio de kilómetro cuadrado y concentra una amplia variedad de bolos graníticos, entre los que sobresale el localmente conocido como Cancho del Tesoro. Otro cancho, de aspecto similar aunque mucho más simbólico, es el popular Cancho Penero, localizado justo a las afueras de la propia población valenciano-alcantarina. No seáis malpensados, su nombre no tiene nada que ver con el órgano sexual masculino, sino que deriva del término luso penedo, cuyo significado es roca. Aunque no han llegado evidencias hasta nuestros días, es probable que junto a él se celebraran desconocidas ceremonias en el pasado.

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Tamaña exhibición granítica, unida a la abundancia de agua en la zona, llevaron seguramente a una elevada densidad de población durante el Calcolítico y el Neolítico. Lamentablemente, los seres humanos de la época no construían sus viviendas aprovechando el material ígneo existente y resulta imposible conocer el número aproximado de habitantes al no haberse conservado trazas de ellas. Sí han quedado restos de algunos castros, como el denominado El Jardinero, cuya muralla estaba hecha de ese material. Sin embargo, el granito fue ampliamente utilizado en sus lugares sagrados. Destaca sobremanera el denominado Cancho del Rayo, peñasco de aspecto singular que aparece fracturado en uno de sus extremos. Junto a él puede verse una misteriosa estría, que, junto a las cazoletas existentes en su parte superior, llevan a pensar que sirviera como altar rupestre. También graníticos son un extraño círculo de piedras de funcionalidad desconocida y la mayoría de los más de cuarenta dólmenes que han perdurado en el término municipal.

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Con el paso del tiempo, el granito siguió manteniendo una importancia vital para los habitantes de esta zona del oeste extremeño. Bien como elemento constructivo, tal y como puede apreciarse en las tumbas antropomorfas dispersas por las necrópolis de La Barca y del Valle de San Benito. Bien como eje en torno al cual se celebraban ceremonias ancestrales, caso de la roca fungiforme conocida como Porra del Burro. Ya en época medieval o incluso anteriormente, la piedra granítica se empleó para edificar zahúrdas o delimitaciones del terreno levantadas de acuerdo con la técnica conocida como construcción en piedra seca, sin ningún tipo de argamasa que uniera los toscos sillares colocados uno encima del otro.

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Llegados ya al siglo XX, la solución arquitectónica basada en la utilización de la piedra granítica como soporte estructural de viviendas, chozos, zahúrdas o paredes se mantuvo sin apenas cambios. No fue hasta finales de ese siglo cuando comenzaron a surgir voces que avisaban de su presunta responsabilidad como agente cancerígeno. Al parecer, el radio, que dio origen al término radiactividad y es uno de sus componentes, produce un gas al que se denomina radón y a quien se consideró responsable de numerosos cánceres de pulmón ocurridos en la zona. Todo hacía suponer que se avecinaba el final de la cordial relación mantenida por el ser humano y el granito en el término municipal de Valencia de Alcántara desde hace milenios. Sin embargo, el paso del tiempo ha calmado los ánimos y el vínculo parece haberse incluso fortalecido últimamente. Todo parece indicar que los lazos que nos atan a esta roca son tan fuertes como su probada dureza.

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